Se llamaba Lucía y se quitó la vida con sólo 13 años. Fue su propia madre quien la encontró ahorcada, en su cuarto de su domicilio de la pedanía murciana de Aljucer. Desde hacía años, venía sufriendo acoso escolar. Lo había contado y había pedido ayuda. Primero estudió en el instituto Ingeniero Juan de la Cierva, en la pedanía de Patiño, y desde ahí, debido a la situación, había pasado al Cascales, en Murcia. El acoso se venía produciendo, aseguraban sus allegados, desde la época del colegio. La familia tenía muy claro que Lucía decidió este desenlace para su vida porque no podía aguantar más.

El bullying al que era sometida Lucía incluía insultos, vejaciones y soledad, como ella misma se encargaba de plasmar en sus diarios. «Al salir al recreo me he vuelto a quedar sola», relataba la adolescente en uno de sus cuadernos, en septiembre de 2016. La Policía, tras recopilar manifestaciones de compañeros que compartieron centro con Lucía, constataba que este acoso existió, y que la menor era atacada especialmente por sus características físicas. Algo que ya señalaban los propios familiares de la víctima en el mismo tanatorio Arco Iris, donde su cuerpo fue velado: que la llamaban «fea y gorda». Lucía escribió varias notas en las que hablaba de acabar con todo. En una de ellas relataba: «En el instituto Ingeniero de la Cierva no tenía a nadie. Sólo me hablaban para insultarme. Empecé a odiarme a mí misma».

El caso de Lucía conmocionó a toda la sociedad española hace un año, ya que visibilizó un problema que muchas familias viven a menudo en silencio. Además, a raíz de este trágico suceso, muchos institutos han comenzado a tomar medidas para evitar el acoso escolar.

Este miércoles, los vecinos de la pedanía murciana de Aljucer, donde residía, han realizado una concentración silenciosa en el paseo del municipio para recordarla con el claro mensaje de 'Cero acoso escolar'.