Hasta los 21 años no se había metido en los fogones, ni siquiera era un ´cocinillas´ en casa. Comenzó en la hostelería tan solo para «sacarse unas pelas» y hace poco más de un mes el restaurante que regenta en El Palmar, La Cabaña de la Finca Buenavista, consiguió su segunda estrella Michelinsegunda estrella Michelin. Sin formación profesional (swolo con un curso de ayudante de cocina a sus espaldas), González-Conejero ha hecho historia en la gastronomía de la Región. Si la cocina no se hubiera cruzado en su vida, su carrera profesional seguramente estaría vinculada a la Educación Física, pues es para lo que realmente estudió. «No sé cómo ni por qué la gastronomía me enganchó», cuenta él mismo. En los primeros locales de Murcia en los que trabajó le decían que «no sabía», pero eso no hizo que dejara a un lado aquello de lo que se acababa de enamorar.

Sin apenas conocimiento sobre el sector, marchó joven a Palma de Mallorca y trabajó en el restaurante Flánigan, donde querían introducir el caldero. «Yo no sabía cocinarlo, pero para allá que me fui. Me puse las pilas muy rápido», relata el chef. Dos años después, en Madrid encontró su hueco en Cuatro Estaciones, donde estuvo un año, y después se trasladó a San Sebastián, donde conoció a Juan Mari Arzak, su referente. Hace 10 años volvió a su Murcia con la chaquetilla de cocinero y, tras pasar por varios restaurantes (Gran Taberna o el Restaurante del Hotel NH), en 2003 logró abrir La Cabaña de la Finca Buenavista.

«Fue una inconsciencia, porque nadie en mi entorno se dedicaba a la hostelería, pero me encabezoné y salimos para adelante. El éxito fue una mezcla de buena actitud y cambio social».

Y es que cuando González-Conejero daba sus primeros pasos en el arte culinario su profesión no estaba tan valorada como ahora ni tenía tanta visibilidad. Por aquel entonces apenas había cocineros famosos y mucho menos solían salir en televisión. Precisamente por ese ´boom televisivo´ que vive actualmente la cocina, el chef murciano se siente agradecido. «Para mí, lejos de perjudicar al sector, beneficia, porque ha dignificado nuestra profesión. Solo podemos estar agradecidos a los medios de comunicación. Ahora recibimos premios, damos las campanadas... Hemos irrumpido en el mundo cultural de un país», afirma.

A él ya le paran por la calle desconocidos para agradecerle lo que ha conseguido. «La segunda estrella ha sido lo más increíble que me ha pasado: no es la estrella de un restaurante, es la de una Región. La gente está feliz». Esa gratitud del público es su mayor recompensa. «A diferencia de otras profesiones, tenemos la suerte de contar con el aplauso del cliente al segundo que hacemos nuestro trabajo». El reconocimiento no le ha hecho despegar los pies del suelo y, fuera del trabajo, él mismo se considera «aburridamente normal».

Padre de familia, dedica la mayor parte de su tiempo libre a los suyos: a su mujer, con la que lleva ya 27 años, y a sus tres hijos, Martina y Elena, de 9 años, y Pablo, de 7. «Mi día a día es muy normal. Me levanto, pongo el desayuno a los niños, les llevo al cole, hago la compra... Mis hijos son normales, van a un colegio público, no ha cambiado nada. Me siento muy orgulloso de haber mantenido esa normalidad».

Desde su experiencia como padre, en su restaurante procura poner todas las facilidades a los trabajadores con hijos. En ese sentido, el cocinero cree que la conciliación familiar y laboral es la que hace que aún sean menos las cocineras que se sitúan en la primera línea de la gastronomía española. «Cuando llega el momento de tener hijos suele ser la mujer la que da un paso atrás en el trabajo. No digo que esté de acuerdo, pero es una realidad», explica, y aclara que en su restaurante «hay muchas chicas y no hay diferencia de sueldo por género». Además, aunque cree que para las mujeres aún se vive un proceso «en ocasiones machista», apunta que «cada vez hay más cocineras de renombre».

De cara al futuro, su proyecto es seguir apostando por el trabajo duro, continuando en la misma línea, que es la que funciona. Y, si sigue así, quién sabe, quizá en unos años su santuario consiga la tercera estrella.