Cuando niñas y niños comienzan a hacer deporte lo hacen casi siempre por diversión. Que pase ratos con los amigos y practicando actividad física es lo que cualquier padre quiere para su hijo. Sin embargo, conforme van creciendo aparecen las competiciones y, de un momento a otro, se olvidan de pasarlo bien y todo se convierte en malos ratos. ¿Qué es lo que hace que el menor cambie su actitud y quiera dejar de practicar deporte? A veces la estructura del propio deporte, que incita a la competición y, en la mayoría de ocasiones, la influencia de las personas que rodean al niño, fundamentalmente de los padres.

SIN LOS PADRES NO HAY DEPORTISTA

Esto es lo que afirma Francisco José Ortín. Para un niño, nadie juega un papel más importante que su madre o su padre. Estos, al intentar motivar a sus hijos, lo hacen mal. Todo da un giro en el momento en el que los padres ven a su hijo destacar. «La línea entre motivación y presión es muy delgada», manifiesta el psicólogo. Es ahí cuando estos pierden la perspectiva del disfrute y se olvidan de lo fundamental: la conducta y el aprendizaje de su hijo.

El experto sostiene que «está muy estudiado que uno de los factores principales por los que los niños hacen un abandono deportivo es la presión». Si sometemos a un niño a presión, generalmente acabará abandonando no solo ese deporte, sino la actividad física en general, pues «no van a querer someterse nunca más a un contexto competitivo en el cual puedan vivir una frustración similar», afirma el profesor.

Por su parte, la psicóloga deportiva Josefina Cutillas pone el acento en algunos de los problemas que hacen cambiar la perspectiva de mamás y papás. En ocasiones «proyectan en sus hijos aquellas frustraciones que ellos no pudieron superar». Por ello, «no consultan ni preguntan lo que quiere su hijo y anteponen sus exigencias y criterios propios». Por otro lado, hay progenitores que lo enfocan todo al resultado y cuando este no es el deseado, «utilizan el deporte como castigo», cuenta.

Debemos poner conciencia sobre los padres. Según la experta, «debemos tener claro que detrás de cada deportista hay un niño o hay un adolescente con todo lo que eso conlleva». ¿Qué es lo que sucede cuando, con cuatro años, un niño va contento a entrenar de la mano de sus padres y, cuando tiene diez, no quiere que ni que vayan a verle jugar un partido? ¿Qué es lo que sucede en ese camino? «Normalmente son los padres los que se pierden», reafirma Cutillas.

¿Hasta qué punto deben implicarse? Según la psicóloga, «hay que animar a que compitan, porque es una manera de autorrealizarse, de superarse, pero siempre entendiendo que el refuerzo tiene que ser en la tarea, no en el resultado».

Ambos expertos están de acuerdo en que los niños tienen que tener claro que hay vida más allá de la competición. La función de los progenitores tiene que ser exclusivamente de apoyo emocional y de acompañamiento, afirman ambos.

Y cuando papá y mamá no son capaces de contener sus emociones y cumplir con su papel, es aconsejable que se alejen.

Además, Ortín sostiene que «tienes que implicarte en el deporte de tus hijos mostrando ilusión por que tu hijo haga deporte y cuidando que vaya a un lugar donde la infraestructura sea buena, los entrenadores estén titulados y tu hijo esté cuidado». Y nada más, afirman los dos expertos. Iremos a verle competir cuando podamos o nos apetezca, pues «un hijo tiene que entender que en tu vida, además del deporte, hay otras cosas; igual que en la suya», y nos limitaremos a animarle, tanto en lo bueno como en lo malo.

Ambos coinciden en que el objetivo de un padre siempre debe ser crear un ambiente de compañerismo y lo que tiene que animar es el hecho de que su hijo esté practicando deporte.

LA COMUNICACIÓN: TERRENO CLAVE

Cada vez más deben quedar diferenciados los papeles que juegan tanto los padres como los entrenadores. Y es que, cuando se trata de niños, «los entrenadores pasan a ser figuras de referencia», afirma Cutillas. En la mayoría de ocasiones los niños forman vínculos muy fuertes con ellos. Estos «se convierten en un modelo para el niño muy rápido, y este le copia conductas y valores», cuenta Ortín. Por lo tanto, «el entrenador y el padre tienen que ir de la mano, respetando cada uno su parcela, pero con los mismos códigos», afirma el experto.

Las instrucciones del entrenador no deben ser contradichas por madres y padres, que deben respetar su labor como educadores. En el momento en el que se salta esa frontera y no se respeta al entrenador, están perjudicando al menor.

El experto subraya que «es clave que nos centremos en que los objetivos de los jóvenes deportistas tienen que ir hacia su comportamiento, hacia la buena actitud, esfuerzo y sacrificio». Todo esto es lo que va a aumentar la probabilidad de lograr resultados.

Respeto, compañerismo, sacrificio... Estos son algunos de los conceptos que transmiten desde el Colegio Oficial de Psicólogos de la Región de Murcia. A una hija o a un hijo «no se le debería preguntar cómo ha quedado o si ha ganado, se le debe preguntar si se ha divertido, si ha puesto en práctica lo que entrenó, si se ha implicado con los compañeros. No el resultado, el resultado te lo va a decir igual», confirma. «Los adultos que rodeamos al niño tenemos que conseguir que siga practicando deporte por disfrute», reitera Ortín. Los padres han de trasmitir que el disfrute no está reñido con el rendimiento. «Siempre hay que marcar objetivos que sean retos pero que nunca superen sus capacidades», dicen los expertos, pues los niños necesitan experiencias de éxito que refuercen su autoestima.