Alicia Zapata y su marido han tenido que cerrar dos de las autoescuelas que regentaban en Murcia. Ambos destacan que existe para ellos una diferencia económica con respecto al año pasado, en caja anual, de 30.000 euros. Ellos describen un sector en el que incluso propietarios de autoescuelas familiares han tenido que despedir «a miembros de su propia familia» por no haber ingresos. El cierre de sus centros no les afecta mucho al tener más abiertos, y dado que se situaban en barrios de ciudades con alta demanda, pero también con amplia oferta, lo que perjudica en las grandes ciudades. Sin embargo, de donde más sacan una visión negativa es cuando se ponen en la piel del alumno. «Por la huelga, un alumno que quiere presentarse tiene que esperar un mes y medio, en ese periodo no vuelve a practicar, y el día antes del examen da una doble clase, pero acaba suspendiendo la mayoría». Esta situación lastra las estadísticas de aprobados de las autoescuelas, lo que genera más lista de espera, más suspensos y más dinero que tiene que invertir el alumno, apuntan ambos. «Otro problema que vemos son los dos años que deja la DGT para presentarse al práctico desde que el alumno aprobó el examen. Al estar los parones y una larga lista de espera, hay un gran porcentaje que acaba superando ese tiempo porque no ha podido presentarse antes», concluyen.