«Después del último motín, los internos se pasaron una semana comiendo bocadillos, porque se cerró el comedor y no pusieron un catering». Lo explican desde Convivir sin Racismo, una de las asociaciones humanitarias que se ocupa de apoyar a las personas migrantes que, cuando llegan a la Región ´sin papeles´, son llevadas al centro de Sangonera.

Mientras tanto, organizaciones policiales insisten en denunciar las «medidas de seguridad precarias» con las que cuenta el CIE. En el último motín, por ejemplo, algunos internos lograron acceder a la cocina y llevarse consigo cuchillos, con los que emprendieron la fuga. Las deficiencias en materia de seguridad, sostienen los policías, ponen en peligro la integridad tanto de los internos como de los agentes que trabajan en el centro, de por sí «poco personal».

Después de las últimas refuerzas, el CIE se ha reforzado con un grupo de las Unidades de Intervención Policial (UIP), pero los agentes temen que estos refuerzos se vayan en breve.

Hay que recordar (como hacen las organizaciones humanitarias constantemente) que el CIE no es una cárcel, y que las personas extranjeras que son llevadas allí no han cometido ningún delito. Han entrado ´sin papeles´ a España. Si no se acomete una remodelación completa del centro, policías y ONG apuestan por su cierre.