Padecer un cáncer con tan solo tres años y medio y pasar una década embarcado en hospitales, operaciones y revisiones es algo que, sin duda, marca a fuego una vida. Sin embargo, hablar con Enrique Ros logra cambiar la percepción del valor que le damos a cada acontecimiento, ya que los minutos con él corren a base de música, cine y periodismo. El teléfono vibra con la fuerza de sus palabras, de su entusiasmo, y en ningún momento se podría siquiera adivinar un atisbo de flaqueza en él. El olfato, el tacto, el gusto y el oído le son más que suficientes para llevar una vida plena y para sentirse a gusto consigo mismo.

Y es que Enrique Ros, cartagenero de nacimiento, con la mayoría de edad reluciendo en su DNI, es ciego desde hace quince años, pero lo que es noticia de verdad en su vida es que la semana pasada estrenó su primer mediometraje, ´Día a día´, en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy. Además, ha compuesto más de 35 canciones, toca el piano y es el subdelegado de su clase de primero de Periodismo.

Viendo todos sus logros, es inevitable recrearse en lo extraordinario de su trayectoria. Lo que a simple vista podía parecer una conjuntivitis acabó derivando en un año entero viviendo en la Residencia McDonald´s de Barcelona. «Recuerdo que mi suegra acababa de recoger a Enrique de la guardería y se percató de que tenía el ojo hinchado», relata su padre, Pepe Ros. «Ese día, un 15 de enero de 2003, íbamos a comprar la casa en la que vivimos ahora en Cartagena, pero en vez de ir a firmar decidimos ir al Virgen de la Caridad a que le vieran el ojo». De ahí les enviaron a Murcia, y fue en La Arrixaca donde pronunciaron el temible diagnóstico: un tumor empujaba su globo ocular, le ocupaba desde detrás de las fosas nasales hasta el cerebro, y tras unas pocas semanas le hizo perder la visión. «Se le desconectó el ojo del cerebro, ahora no ve ni la luz», detalla su padre. «Pasamos un año entero en oncología, y después de ese año las revisiones eran constantes, aunque cada vez más espaciadas en el tiempo hasta que, a los diez años, le dieron el alta», concluye.

Al otro lado de la historia, el propio Enrique no hace mención en ningún momento a esta etapa. Cuando rememora su infancia es para contar que «desde pequeño me gustaba hacer teatro, le dije a mis padres que me apuntaran porque quería conocer de qué iba el mundillo del cine y el espectáculo, así que cuando tenía 10 años empecé». Sería al dar el salto a la Educación Secundaria cuando a Enrique se le ocurrió comenzar a escribir sus propias creaciones. «Empecé con un corto y me di cuenta de que se me ocurrían muchas ideas y al final lo terminé ya en 4º de ESO y me quedó un largometraje de más de 80 páginas».

A partir de ahí, el autor decidió que quería hacer algo con ello y consiguió un cámara, Pablo Madrid. Comenzó un proceso de adaptación del guion para reducirlo, de forma que finalmente ha quedado como un mediometraje. «Hablé con el director del instituto y pedí permiso para poner carteles buscando a gente que quisiera participar en la grabación. También me tiré toda aquella Semana Santa transformando las casi 90 hojas en 20, y ya en Bachillerato estuvimos un año con el rodaje».

´Día a día´ narra la historia de unos mellizos que viven con su madre después de que el padre se desentendiera de ellos al nacer. El hijo le confiesa a la madre su homosexualidad y, tras una discusión, se marchan a celebrar un cumpleaños. A la vuelta, hacen autostop y son secuestrados. El estreno fue en el Centro Ramón Alonso Luzzy, y dentro de la proyección aparecen escenarios tan reconocibles como el propio centro cultural, el entorno de los cines del Mandarache, el parque de Tentegorra, el interior del Espacio Mediterráneo o el mítico restaurante La Tapa del Loro.

Ahora tiene otros proyectos en mente, como continuar con la trama de ´Día a día´, seguir escribiendo otros bocetos e ideas que le surgen, hacer algún single e incluso formar un grupo, ya que reconoce que lo suyo es más el piano y se justifica con un «la verdad que voz yo no tengo». Entre risas, sin darle mayor importancia, quizá no es consciente de que, con su positivismo y su modo de ver la vida, alza la voz muy fuerte.