El murciano Francisco Ortín ha escrito una carta en la que manifiesta la indignación que sufren él y su compañero Germán, ambos antiguos estudiantes de la Universidad de Murcia, en su día a día en Barcelona para intentar asistir a las clases del máster del que son alumnos.

Estudiantes indignados con los independentistas

Tras estudiar duro durante cuatro años en la Universidad de Murcia, mi compañero Germán y yo decidimos dar un paso más en nuestra carrera y poner rumbo a la Universidad Autónoma de Barcelona. Dicha institución es una de las mejores en el ámbito de la economía en España y es conocida por su alto nivel de exigencia en cuanto a estudios de postgrado.

Cuando llegamos a la ciudad condal, nos encontramos un clima político poco favorable, con continuas protestas y pintadas, tanto a favor como en contra de la independencia. En cambio, el alumnado de nuestros programas de máster procede de nacionalidades tan diversas como Turquía, Irán, Estados Unidos o Italia, con una minoría española. En esta comunidad internacional no hay un sentimiento independentista y lo único que se busca es adquirir nuevos conocimientos con el fin de ser profesionales cualificados.

Pese a todo, nuestro día a día se ve continuamente afectado por el movimiento independentista. Por ejemplo, debido al gran número de protestas y manifestaciones -tanto a favor como en contra de la independencia-, tenemos que hacer frente a continuos retrasos en el transporte público, pero ese no es el principal problema. Las huelgas estudiantiles organizadas por grupos independentistas (Univeristats per la República, Sindicat d'Estudiants dels Països Catalans, etc.) no nos permiten estudiar.

Del 25 al 28 de octubre se ha organizado una nueva huelga de nada menos que tres días y pretenden evitar que los estudiantes puedan acceder a las aulas. De momento lo están consiguiendo, con cortes en la B-30 y la AP-7 y con piquetes bloqueando la entrada en las facultades.

Personalmente, nos encontramos en una situación en la que ningún alumno está a favor de la huelga y los profesores parecen dispuestos a dar clase. Sin embargo, los grupos independentistas no nos lo permiten. Tras pagar miles de euros invertidos en sufragar los gastos del programa, no somos capaces de permitir que se nos impartan las clases. Parece una metáfora que los que piden libertad nos obliguen a someternos a sus decisiones unilaterales por la fuerza.