Cuando en el otoño de 2011 el Banco de España y el FROB organizaron una subasta para adjudicar el negocio financiero de la CAM, sólo el Sabadell se atrevió a pujar por ella. Lo hizo con un buen colchón -unas ayudas iniciales de 5.240 millones y un esquema de protección para cubrir las pérdidas que ocasionara el ladrillo-, pero la ausencia de competidores dejaba bien claro que la caja alicantina tampoco era ningún regalo, a pesar de lo que muchos pensaron y del famoso euro que pagó de forma simbólica por la entidad.

Como ocurre ahora con el cambio de domicilio social, Josep Oliu y su equipo tenían sus razones para arriesgarse. Por aquel entonces el Sabadell era un banco de tamaño medio, con unos 95.000 millones de volumen de activos, y con una rentabilidad superior a la media, lo que lo colocaba en la diana de los grandes del sector. Necesitaba dar un salto de tamaño para protegerse, para convertirse en un bocado demasiado grande de tragar, y la intervención de la CAM, que por entonces contabilizaba 71.000 millones en su balance, fue su gran oportunidad.

Otros se hubieran asustado ante las dimensiones de la tarea de absorber una entidad casi del mismo tamaño que la suya, pero el Sabadell ya contaba con la experiencia previa de la integración del Banco Herrero, el Atlántico, el Urquijo y, solo un año antes, del Guipuzcoano. Además también contaba con el hombre adecuado para emprender la tarea, Miquel Montes, que ha seguido liderando todas las operaciones de integración del grupo hasta la fecha.

Así, después de la CAM llegaron el Banco Gallego, la red de Caixa Penedés, que compraron a BMN, y el británico TSB, que supuso su salto definitivo a la internacionalización. De esta forma, en este tiempo el Sabadell ha logrado más que duplicar su tamaño, hasta los 217.000 millones que acumula hoy y que lo sitúan como la cuarta entidad del ranking nacional.

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El problema de las cuotas

A pesar de lo que pudiera parecer por la elección de Alicante para establecer el nuevo domicilio social de la entidad -con el objetivo de escapar de la tormenta catalana-, las relaciones de los ejecutivos del Sabadell -y, en especial, de su presidente, Josep Oliu- con la herencia de la CAM no fueron siempre idílicas. Las protestas de quienes perdieron su dinero con las cuotas participativas, los constantes desencuentros con la fundación que asumió la Obra Social de la caja y las continuas noticias sobre los supuestos desmanes de los anteriores gestores traían de cabeza a Oliu, que no quería ver relacionado con aquellas historias truculentas el nombre del banco que había hecho crecer con tanto mimo. Así que, ni corto ni perezoso, decidió suprimir el nombre de la antigua caja de toda la cartelería de la entidad y aseguró públicamente que la CAM «ya no existía».

Sin embargo, lo cierto es que el negocio que aportó la entidad sigue pesando mucho en el balance del grupo. La denominada Territorial Este del Sabadell, que agrupa a la Comunidad Valenciana, Murcia y Baleares -donde la CAM tenía su mayor implantación-, aportan a día de hoy el 26,6% del volumen de negocio y un 34,3% de los clientes de banca comercial del Sabadell. También concentran más de una cuarta parte de todos los empleados.

Dentro de la territorial es Alicante la provincia que concentra el mayor volumen de actividad. De hecho, hasta un 44,6% de todos los alicantinos son clientes de la entidad, lo que supone el porcentaje de penetración más elevado del banco en cualquier provincia española. En la Región este porcentaje supera el 33%, lo que supone que uno de cada tres murcianos es cliente.

Unas cifras que justifican que el Sabadell se haya decantado por Alicante a la hora de elegir su nuevo domicilio social, con independencia de que en la decisión también hayan pesado valoraciones políticas, como el temor a que los independentistas se hubieran tomado especialmente mal el traslado a la capital española.

Ahora habrá que ver si el peso de Alicante es suficiente para que la sede social se mantenga definitivamente en la provincia o si, una vez pasada la tormenta, el banco opta por devolverla a Barcelona.

Tarea de limpieza

Mientras todo esto ocurre, el Sabadell también sigue con las tareas para desprenderse de los activos tóxicos que heredó de la CAM. La entidad ya ha finiquitado la enorme maraña de sociedades que los responsables de la caja tejieron con un buen número de promotores locales, incluido el polémico Enrique Ortiz, pero también Hansa Urbana, promotora de la urbanización Novo Carthago, en el Mar Menor, o la sociedad que crearon junto a los empresarios de Benidorm Juan Ferri y José Baldó con el objetivo de abrir una cadena hotelera en el Caribe. Tanto las operaciones con Hansa, como las del Caribe son ahora objeto de investigación por parte de la Audiencia Nacional.

Del mismo modo, el banco ya ha liquidado la mitad de los créditos y los inmuebles que estaban acogidos al esquema de protección de activos, que sufraga el Fondo de Garantía de Depósitos.

De todo esto, sin embargo, también ha surgido algo positivo. En concreto, la sociedad que la CAM creó en su día para vender los pisos que embargaba fue el germen de lo que hoy en día es Solvia, la filial inmobiliaria del Sabadell que se ha convertido en una de sus participadas más rentables. Sólo el año pasado ganó casi 58 millones de euros y ya es uno de los principales operadores del sector. En su día, el Sabadell también eligió Alicante para ubicar su sede.