Comienza el curso escolar y, ojalá no tuviéramos que decir esto, pero lamentablemente sí: con él, el bullying -una lacra social que se repite año tras año y que aumenta sin cesar-. Internet hace que cada vez sea más sencillo para el agresor hostigar y ridiculizar a sus víctimas. Un insulto o una burla no se queda en una pequeña risa en un rincón del colegio de la que sólo ha sido testigo un compañero perdido o a lo sumo unos cuantos; sino que se propaga como una pandemia que alcanza a todo el mundo. La burla se puede leer en cualquier rincón del planeta a través de los blogs y las redes sociales. El niño siente ridículo, angustia y fobia a salir a la calle y a que le reconozcan. Muchos de otros colegios y ciudades que ni siquiera lo conocen se están riendo de él.

Algo muy curioso es que, pese a la gravedad de sus efectos, el acoso escolar aún sigue sin tipificarse como tal en el Código Penal del 95, por lo que hay que encuadrarlo dentro de los delitos contra la integridad moral. Por otro lado, su prevención y la puesta en marcha de los protocolos de actuación no parece estar lo suficientemente clara por los centros docentes sostenidos con fondos públicos, ni tampoco por las familias, ni por los propios alumnos.

Tu hijo se siente acosado por el resto de los niños, llora, se siente acomplejado, está estresado, no duerme, tiene pesadillas, le ha bajado la autoestima, tiene complejos que antes no tenía, no quiere ir a clase, hace dibujos raros, no quiere apuntarse a actividades extraescolares, vuelve sin dinero a casa, no cuenta nada de la escuela, se autolesiona, ha disminuido su rendimiento académico?

¿Qué hago? ¿Cómo puedo animarlo? Formúlenos su pregunta y le contestamos.