Por razones obvias M.M. ha preferido mantenerse en el anonimato. Preside una asociación cannábica en Murcia ciudad y defiende las asociaciones cannábicas por el papel lúdico-social que cumplen en el barrio donde se ubican. «Es un espacio donde gente de diferentes generaciones interactúa, se reúne, intercambian ideas... La gente lo quiere cerca de su casa, e incluso puede cumplir un importante papel en el tratamiento del cáncer», defiende.

A M. M. no le sorprende que en la Región de Murcia ya haya abiertos 64 espacios de este tipo. En su opinión, esta proliferación se debe a que aquí «hay mucha producción tanto de hortalizas para Europa como de marihuana. De hecho, creo que a niveles muy importantes». El que haya asociaciones y estén controladas «es bueno, porque el control siempre es bueno en todo; que las haya y que cada vez ofrezcan más garantías», apunta. También tiene bastante claro que detrás de las actuaciones policiales, que en los últimos meses han cerrado varias asociaciones de cannabis en la Región, lo que las autoridades quieren «es dar una apariencia de que controlan el tema de las drogas, de que se actúa, para justificar los presupuestos que destinan a esto. Que el barrio vea que se actúa; lo que pasa es que muchas veces no se sabe para qué».

Apunta que al igual que en otro tipo de establecimientos públicos, como por ejemplo la hostelería, en este tipo de asociaciones hay gente que lo hace bien y otras no tan bien, en referencia a la fina línea por la que se puede pasar de ser legales a cometer una ilegalidad. «Pero puedo decir que aquí hay gente excelente y apasionada; es un mundo que ama lo que hace», subraya. Y deja claro que consumir cannabis no tiene por qué ser el paso previo al uso de drogas más duras.