«Había una sensación de confusión, pero también de normalidad», relataba ayer Álex Juárez, músico natural de Alcantarilla que reside actualmente en Barcelona. «Se nota a la gente un poco más triste», apuntaba. De hecho, su barrio, el de Gracia, suspendió las fiestas previstas debido a los atentados. Ayer, Álex vio «más policías», aunque predominaba «la normalidad», relató por teléfono a este periódico.

Por su parte, Cecilio Juárez, natural de Caravaca de la Cruz, cuenta que «en el momento del atentado estaba en casa, preparándome la maleta porque empiezo las vacaciones, y empiezo a recibir mensajes de amigos preguntándome si estaba bien. Pongo la tele y me entero de lo sucedido». «He estado toda la noche escuchando el helicóptero. Lo más impactante es que es una zona que yo mismo frecuentaba. De hecho, se me pasaba por la cabeza, cuando acabase de hacer la maleta, pasarme por la Barceloneta o por las Ramblas», declara.

«Luego, por la noche, se escuchaba mucho movimiento, no sabía si eran ambulancias o coches de Policía. Hoy (por ayer) se palpa ese miedo, esa desconfianza. Se palpaba en el metro como tensión. La gente se mira entre sí, pensando 'qué llevará este en la mochila, en la maleta'. Se ve mucha presencia policial. Entrando con el taxi al aeropuerto había un embudo. Dentro del aeropuerto, aparente normalidad», señala.

Al ingeniero de Edificación por la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) Eduardo Martínez Pérez le pilló el ataque en Plaza Cataluña, al lado de las Ramblas.

El chico, de 25 años y natural de Puente Tocinos, recuerda que «todos echamos a correr y, entre la confusión, un coche casi nos atropella. Decidimos refugiarnos en las oficinas de mi empresa, en el cruce de Gran Vía con Las Ramblas. Finalmente pude llegar a casa a las nueve de la noche».

«Hay que seguir la vida con normalidad», sostiene el joven, empleado de Aprotecnic, de ingeniería, arquitectura y consultoría.