Nuria se casó con 14 años y desde el primer momento fue víctima de malos tratos, tanto psicológicos como físicos, por parte de su primer y único marido, y también de su suegra. Hoy tiene 70 años y fue de esas mujeres maltratadas que tuvo que escuchar, a la hora de ir a denunciar las agresiones, que si las sufría era porque algo había hecho. Ha sufrido palizas, violaciones, tres ingresos en un centro psiquiátrico derivado de las depresiones que sufría por la violencia machista, y tres intentos de suicidio. Reside en Murcia, pero su vida laboral y personal la ha llevado a vivir en diferentes países europeos. Tras conseguir dejar a su marido y marcharse fuera de España, este la denunció por abandono y consiguió que le quitaran la custodia de su hijo; otro de ellos lo perdió antes de nacer debido a la falta recursos económicos y vitales a los que se vio abocada en un momento de su vida.

Jubilada y ya con una vida tranquila en Murcia, anima a todas las mujeres a que «denuncien cualquier tipo de violencia que puedan padecer», explica. Nuria dice que su vida, la parte mala de ella, da para escribir tres libros, pero no quiere que la vida de otras víctimas pueda llegar a tanta literatura de violencia.

Temor a perder la base vital

El temor y el miedo a no sentirse comprendidas son las causas por las que las víctimas de violencia de género no presentan una denuncia directa contra su agresor. «Muchas veces realizan esquemas mentales donde normalizan la violencia en su entorno doméstico o familiar y deciden aguantar la situación por diversos motivos, la mayoría por los hijos», explica Aurora Asencio, psicóloga especialista en violencia de género. Por su parte, Manuel Martí, abogado con varios casos de violencia machista a su espalda, diferencia entre las mujeres que no denuncian por un miedo atroz que les impide actuar y aquellas que son más conscientes de la realidad pero que no denuncian por temor a perder el sustento económico familiar, por los hijos, la vivienda, por pena o la inseguridad de no saber qué va a pasar, etc, « es un miedo a perder la base vital», añade Asencio. La psicóloga apunta a que muchas veces hacen suyo el lema de ‘amigo del enemigo para que no nos hagan daño’. Ambos coinciden en que cuando interviene la Policía con un atestado, ya se sienten más seguras y se lanzan a denunciar. El letrado lamenta que nunca le ha llegado un caso a través de un familiar de la víctima, ya que o no llegan a ser conscientes de lo que ocurre, o ella «lo esconde muy bien y lo niega».