­Crear y aumentar la conciencia sobre las cooperativas e incrementar las asociaciones entre el movimiento internacional de cooperativas y otros participantes, incluidos los gobiernos, a nivel local, nacional e internacional. Estos son dos de los principales objetivos que se persiguen con la conmemoración del Día Internacional de las Cooperativas, que se celebra el primer sábado de julio de cada año. Una efeméride que tiene su origen en la Asamblea General de las Naciones Unidas, que en 1992 anunció la proclamación de esta fecha, elegida por conmemorarse el centenario de la Alianza Cooperativa Internacional formada por más de 760 millones de miembros de un centenar de países.

Si el tema elegido en 2016 fue ‘Cooperativas: el poder de actuar para un futuro sostenible’, en esta ocasión todas las actividades realizadas en torno a este día tan señalado girarán en torno al eslogan ‘Las cooperativas no dejan a nadie atrás’. Una expresión que deja patente el papel de las cooperativas, en un momento en el que la desigualdad gana protagonismo en el mundo, como uno de los principales modelos que incluyen los aspectos de desarrollo sostenible en sus fundamentos, teniendo en cuenta tanto los valores como los principios éticos.

«La membresía abierta de las cooperativas facilita el acceso a la generación de riqueza y contribuye a erradicar la pobreza, como consecuencia directa del principio de participación económica de los socios, quienes contribuyen de manera equitativa al capital de la cooperativa y la gestionan de manera democrática», reza uno de los mensajes publicados en la página web de la ONU con motivo de la celebración del Día Internacional de las Cooperativas.

Se trata, según la Organización de las Naciones Unidas, de asociaciones autónomas de personas que se centran en el individuo, «y no en el capital, por lo que no perpetúan ni aceleran la acumulación de capital sino que distribuyen la riqueza de una forma más justa». Pero también «fomentan la igualdad en las comunidades donde se desarrollan ya que están comprometidas con el desarrollo sostenible en sus aspectos medioambientales, sociales y económicos». Este compromiso se refleja «en el apoyo a las actividades de la comunidad, el abastecimiento local para beneficiar a la economía del lugar y un sistema de toma de decisiones que tiene en cuenta las repercusiones en su entorno». Así, a pesar de poner el foco en cuestiones comunitarias, las cooperativas «aspiran a que los beneficios de su modelo económico y social lleguen a todos los rincones del mundo», por lo que -añaden desde la ONU- «la globalización debería basarse en valores similares a los que definen el modelo cooperativista para que no genere la desigualdad y excesos que la hacen insostenible».

La solidaridad, base del éxito

Hablar de una cooperativa es hacerlo, según una de sus definiciones, de una asociación autónoma de personas unidas de forma voluntaria para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales comunes mediante una empresa de propiedad conjunta y de gestión democrática. En definitiva, una forma de vida capaz de asegurar el éxito en los diferentes ámbitos de la vida tomando la solidaridad como punto de partida.

El impacto que el cooperativismo ha tenido en los diferentes lugares del mundo resulta innegable y buena parte de ‘culpa’ la tiene este movimiento social y económico, cuyo origen data del siglo XIX y que hoy día se ha consolidado como uno de los principales motores de crecimiento de países como España y de comunidades autónomas como Murcia, donde cada día se sigue poniendo de manifiesto la importancia de las cooperativas como factores de creación de empleo de calidad.

Y es que las empresas de Economía Social se asientan en unos principios que anteponen a las personas y contemplan valores como la solidaridad, la equidad y el beneficio del colectivo, contribuyendo a generar cada año cantidades ingentes de puestos de trabajo; empleos de calidad y estables.