El cambio climático también se deja sentir en el Mare Nostrum. Investigadores del Instituto Español de Oceanografía (IEO) han constatado que la temperatura del agua ya ha alcanzado los valores propios del mes de agosto. En concreto, en la zona de Cabo de Palos estos días el termómetro marino ha marcado los 23-24 ºC, cuando en primavera lo habitual es que el agua esté entre 18 y 20ºC. En verano el agua suele alcanzar, de media, los 25ºC.

«Realmente todo el año está siendo anómalo desde el punto de vista oceanográfico, ya que las temperaturas del invierno han sido más propias de la primavera y, por lo que hemos visto, las de la primavera son muy veraniegas», explica Manuel Vargas-Yáñez, responsable del proyecto de monitorización medioambiental RADMED. El científico puntualiza que estos datos son de muestras tomadas aguas adentro de la costa, con lo que en las playas la temperatura del agua puede «fácilmente» haber alcanzado los 25-26ºC.

«Una de las causas hay que buscarlas en el hecho de que durante junio se ha movido mucho aire caliente, con vientos predominantes de Levante, que a su vez calientan el agua; cuando sopla el Poniente la temperatura baja un montón», indica Vargas-Yañez. «Y en invierno la temperatura debe bajar a 14ºC, pero este año algunos días se ha llegado a los 16ºC».

El equipo del IEO acaba de terminar un muestreo completo en aguas costeras en el que estudian variables físico-químicas y biológicas del Mediterráneo, que comenzó, a bordo del buque oceanográfico el pasado 12 de junio en el puerto de Málaga, y que concluyó hace unos días en las islas Baleares, después de haber llegado hasta el puerto de Barcelona.

Esta campaña, de carácter marcadamente multidisciplinar y que está financiada por el IEO, se viene realizando de forma periódica desde 2007, surgiendo el proyecto como fusión de otros anteriores, alguno de los cuales comenzaron en 1992. Durante el muestreo se recorren una serie de estaciones fijas a lo largo de todo el Mediterráneo español, realizando tomas sistemáticas y rutinarias de distintas variables físico-químicas, como temperatura, salinidad, oxígeno disuelto, clorofilas, nutrientes (nitratos, nitritos, fosfatos y silicatos), fitoplancton de distinto tamaño y zooplancton.

Se toman muestras en estaciones de distinta profundidad, desde plataforma al talud, llegando en algunos casos a estaciones tan profundas como las de Cabrera o Mahón, en Baleares, que superan los 2.300 metros. «En definitiva, que nos permite ver el estado de salud del mar y su posibilidad de generar vida», destaca. De los datos recogidos, algunos son fácilmente visibles como la temperatura, pero otros tienen que pasar por el laboratorio antes de poder sacar conclusiones, apunta el director del proyecto.

La ´roseta´ es el instrumento estrella de la oceanografía, con el que se toman las muestras. Es un conjunto de botellas que van abiertas por ambos lados para que circule el agua mientras desciende el aparato. Tienen un sistema de cierre automático que se activa desde el buque y que permite coger agua a la profundidad que le interese al científico. En el centro de la roseta se instalan sensores que miden diferentes variables.

Mediciones de CO2

A bordo del barco se ha instalado un equipo de medición continua de CO2 en la superficie del mar (SUNDANS: Surface UNderway carbon Dioxide partial pressure ANalySer), que permitirá hacer una descripción del anhídrido carbónico intercambiado con la atmósfera.

«El CO2, es uno de los principales gases de efecto invernadero, y el papel regulador del océano sobre este gas está aún poco estudiado», explica Mari Carmen García, investigadora del Centro Oceanográfico de Málaga del IEO y jefa de la campaña.

El Grupo de Cambio Climático Mediterráneo del IEO es el responsable del proyecto y por tanto de llevar a cabo este nuevo muestreo, en la que participa personal investigador de los centros oceanográficos de Málaga y de las islas Baleares.

Es una campaña que, desde 2007, se repite de forma estacional cuatro veces al año con el objetivo de obtener una serie histórica de datos que permita estudiar los efectos del cambio climático en esta masa de agua salada.

El responsable del proyecto no duda de que el cambio climático tenga que ver con las modificaciones en la variable de la temperatura, ya que «estas anomalías -que también se dan en la atmósfera- antes se producían más espaciadas en el tiempo, pero en la última década hemos visto varios casos en los que se han batido los récords», indica Vargas-Yáñez.

El Instituto ha constatado que hay inviernos en los que no se produce el enfriamiento total del agua (desde la superficie al fondo), sino que hay contrastes (más caliente en la superficie que en el fondo), situación propia de estaciones más cálidas.

Radmed: El fiel tratamiento de las muestras y análisis comparativo de cada campaña

Los protocolos RADMED (Series tempoRAles de Datos oceanográficos del MEDiterráneo), en los que se basan las campañas de recogidas de datos de IEO, se pueden considerar como una guía de mar de las operaciones a realizar en el desarrollo de una campaña de ese proyecto, en donde figuran: el montaje del equipamiento científico, las secuencias de las diferentes operaciones y muestreos, la identificación de las estaciones, cómo rellenar los diferentes estadillos, las determinaciones de variables oceanográficas a bordo y el post-procesado de los datos hidrográficos.

Detrás de todo ello está la intención de homogeneizar la información, para facilitar el post-procesado y el fiel tratamiento de las muestras y análisis. Este proyecto se inició en 2007, en principio para una duración de sólo 5 años, y en él se integraron los proyectos ya existentes de seguimiento de variables oceanográficas que llevaban a cabo los laboratorios costeros del IEO en el Mediterráneo, algunos de los cuales llevaban desarrollándose desde la década de los 90, como Ecomálaga, Ecomurcia, Ecobaleares y Ecocirbal.

El buque Ramón Margalef, que entró en servicio en 2012, es una de las ´sedes´ de este programa, y tiene un barco ´gemelo´, el Ángeles Alvariño, que también está operativo desde ese mismo año.