Alba Martos estaba sentada tranquilamente en uno de los bancos de madera frente al puesto de flores de la céntrica plaza de Santo Domingo, cuando de pronto empezó a escuchar un ruido que no podía identificar. «Parecían petardos, pero la gente también se ha asustado porque pensaba que eran disparos», relata. El estruendo era en realidad el crujir del ficus de la plaza, que ha empezado a derrumbarse y se ha ido desplomando poco a poco. Alertada por lo ruidos, Alba vio cómo se iba desgarrando parte del árbol y ha asistido al momento de angustia general en el que las personas que en ese momento disfrutaban en las terrazas de los comercios han empezado a gritar y a levantarse rápidamente, sin saber muy bien qué estaba sucediendo.

José María es el conserje de uno de los edificios afectados por la caída de las ramas. Explica que si hubiera llegado a ocurrir cinco segundos antes «estaría muerto». «Estaba en el portal ayudando a una señora y cuando cayó yo estaba dentro, pero me hubieran aplastado todas las ramas que se derrumbaron».

Antonio, por teléfono, seguía ayer con el miedo en el cuerpo y se le notaba en la voz, contestaba acelerado a las preguntas. Es vecino de un tercero del mismo edificio que José María. «A esas horas la plaza estaba repleta y que no haya muertes es un milagro porque era el momento del aperitivo. Imagínate que hubiera ocurrido por la noche, un viernes como ayer, con toda la gente ocupando las terrazas de los locales...». Antonio alaba la rápida actuación de la policía y de los servicios de emergencia, que acordonaron la zona en poco tiempo y evacuaron a todas las personas que se encontraban en el lugar.

Los trabajadores de los locales de la plaza señalaron que el primer crujido del árbol ayudó a que la gente se percatara de lo que iba a ocurrir. El encargado y los camareros de un local de tapas acudieron en auxilio de la menor herida leve con un golpe en la cabeza. «Vimos a la gente salir corriendo envueltos en una nube de polvo, ha sido increíble».