Con su primer centenario cumplido, en el año 2000 el mítico ficus de la plaza de Santa Domingo se convirtió en protagonista de un trágico suceso que acabó con el fallecimiento de un hombre de 56 años que paseaba por la céntrica plaza en el momento en que una rama de 200 kilos se desprendía del árbol. En aquel momento se rescató la información de otra muerte por la misma causa en el año 1958, un accidente que ya motivó diversas podas drásticas y que varias ramas fueran aseguradas al tronco mediante cables de acero, tensores y abrazaderas.

No obstante, fue con el inicio del nuevo milenio cuando la muerte de José Antonio Robles y los dos heridos registrados pusieron otra vez el tema sobre la mesa. Técnicos municipales declararon que con un ejemplar de esas características podían suceder cosas así, pero que era imprevisible. El árbol estaba «tan sano» que los troncos principales se habían tragado láminas y tornillos de hierro que se le habían puesto cincuenta años atrás. Se procedió a otra tala extraordinaria y se anunció que las podas realizadas en el 58 habían alterado el crecimiento normal del árbol, que debería ser mucho más ancho y menos alto.

Tras la muerte de Robles, se instaló una pérgola de acero con forma de paraguas invertido para ponerla bajo el ejemplar y así evitar que una posible rama volviera a caer al suelo. Este sistema de protección sirvió de modelo para reforzar arbolado en otras zonas de la ciudad, ya en el año 2015.

Un año después, en julio de 2016, una rama de 80 kilos se desgajó de su tronco y se volvió a inspeccionar a fondo para eliminar cualquier parte en mal estado.

En febrero de 2017, el símbolo de Santo Domingo fue de nuevo revisado junto a cientos de árboles del municipio, y hace apenas tres meses, el Servicio de Parques y Jardines anunció que gozaban de muy buena salud. Ahora el emblemático ficus ronda ya los 120 años y su futuro vuelve a ser objeto de debate.