«Confío en la Justicia y en que esto se resuelva de forma favorable», dice I. a LA OPINIÓN. Es una de las tres personas que denunció al que fuera sacristán de la basílica de Nuestra Señora de la Asunción, en Cieza, al que acusa de haber abusado de él cuando era un monaguillo de tan sólo 12 años.

I., que ahora tiene 30 años, sigue viviendo en el pueblo, donde trabaja y ha rehecho su vida. No obstante, continúa en terapia. El próximo 17 de mayo, la juez ha citado a declarar al sacristán, Francisco José R. P. En el auto, la titular del Juzgado Número Dos de Cieza ve indicios de un delito de abuso sexual continuado y otros dos de agresión sexual continuada cometidos contra tres monaguillos de la citada parroquia. I. es el mayor de los denunciantes. Y cree que el auto de la juez supone «una pequeña victoria».

El joven lamenta que en Cieza, a raíz de su denuncia, le estan dando «mucha caña», tanto a él como a sus compañeros, antaño monaguillos. En este sentido, destaca que, «menos pegarme», le han hecho de todo. «Me han insultado, me han escupido, todo porque ellos defienden al cura», manifiesta el chico.

Se refiere a feligreses de Antonio M. C., el que era sacerdote de La Asunción en el momento en que se cometieron los hechos que se investigan en el juzgado. Este cura no está imputado, aunque los denunciantes piden que se le procese por encubrimiento. Antonio M. C., actualmente jubilado, es un hombre muy querido en el pueblo. Ejerció durante 23 años en la parroquia de La Asunción.

«Como las piezas de un motor»

Sobre su situación actual, I. relata que sigue en terapia, «trabajando este tema» dos veces por semana. «Estoy bastante mejor, y, mirando a los compañeros, he tenido mucha suerte», señala. Y es que los otros dos denunciantes, comenta, se encuentran «peor a nivel psicológico», algo que «se deriva de las heridas que tenemos por estos hechos», dice.

«Esto es como las piezas de un motor. Por lo que nos pasó, las piezas se quedaron fuera de su sitio, y hay que recolocarlas», apunta este vecino de Cieza.

Preguntado por si ha sido capaz de perdonar al sacristán por lo que pasó, I. responde: «Se lo pido al Señor cada día. Que me conceda esa gracia, porque lo necesito».

«Creo que no podré estar bien hasta que no consiga perdonar», considera el joven. Sin embargo, cree que no depende de él. «Por mucho que me esfuerce, el perdón tiene que venir de Dios. Ojalá, porque sería terminar con esto».

I. no se ha apartado de la Iglesia Católica, pese a lo que le pasó. «Tengo fe, me gusta participar de los sacramentos. Durante un tiempo, lo descuidé, pero he podido recuperar el tener una vida de contacto con el Señor», relata. «Lo he podido sanar», insiste.

Este periódico se puso ayer en contacto con Francisco José R. P., que declinó hacer declaraciones.