Dos de cada diez alumnos de entre 11 y 13 años sufren acoso escolar, un 8% de ellos a diario. Lo ha señalado la Unesco en un estudio publicado el 17 de enero evidenciando una vez más la seriedad de un problema que, en los casos más graves, lleva a la víctima al suicidio, y que suele provocar daños psicológicos que puede arrastrar de por vida.

Los planes de las administraciones y organismos implicados en acabar con esta lacra no parecen dar los resultados deseados ya que, lejos de disminuir, cada año aumentan las cifras de acoso escolar. En este sentido, algunos especialista consultados consideran que no es que esté aumentando el número de casos, sino que se detectan más, y cosas a las que antes no se les daba importancia como un bofetón o un insulto, ahora se registran.

En cualquier caso, parecemos incapaces de frenar el acoso. ¿Qué es lo que está fallando? Padres, profesores, psicólogos, alumnos, policía y administración coinciden en que es fundamental abordar el problema de forma conjunta y lanzar mensajes unificados. «Hay muchos organismos y cada uno tiene su propio plan contra el bullying», señala a este respecto la experta en acoso Marta García de la Comisaría Provincial de Alicante, quien considera que «es fundamental unificar el mensaje y que haya un solo protocolo de actuación», y no que la Consejería tenga un plan, el ministerio otro y los padres y las asociaciones contra el acoso digan cada uno una cosa.

Un punto de partida fundamental para Marta García es «que debe quedar claro que el acoso escolar es delito. No son cosas de niños y no hay que quitar importancia». García considera que para mejorar la situación ·lo primero es la concienciación. No hay campañas nacionales de acoso escolar. El teléfono que ha puesto el Ministerio no funciona porque ningún niño de 8 años va a usarlo». Otra medida a adoptar es «insistir en la educación de género, ya que tras muchos de los insultos y agresiones hay cuestiones machistas». Para Marta García, que realiza periódicamente charlas en los colegios e institutos sobre el acoso, la reacción de los padres debe cambiar. «En general creen que su hijo lo hace todo bien y no asumen que pueda ser un acosador».

En cuanto a los profesores, considera que «en muchos casos no detectan el problema porque el acoso no se suele exteriorizar en el centro, y con el ciberacoso todavía menos. Además, el profesorado no está suficientemente preparado para detectar y hacer frente al problema». En este sentido, en los planes de formación del profesorado de buena parte de las facultades de Educación de nuestro país no hay una asignatura específica sobre esta cuestión, aunque sí se aborda en algunos másteres de forma optativa.

En cuestiones de bullying, todos los expertos coinciden en que la actitud de los compañeros es fundamental. «Son muy útiles los programas de mediación en los que un alumno mayor hace de tutor de uno pequeño. Aumenta la autoestima del pequeño y al mayor se le da responsabilidad y se evita el acoso porque el mayor defiende». En este sentido se encamina también el modelo que se está aplicando en Finlandia, el Programa Kiva, que incide principalmente sobre los testigos que observan. Se trata de influir en el grupo de estudiantes para que apoyen a la víctima y que manifiesten abiertamente que no aceptan las prácticas de abuso. Tal como señala García, «nuestro mensaje prioritario en las charlas que damos en los centros es que los compañeros no se conviertan en cómplices del caso. La mayoría de víctimas no lo dicen a sus padres ni a sus profesores, pero sus compañeros sí saben lo que ocurre y hay que insistir en que no deben ser observadores y no hacer nada. hay que acabar con la ley del silencio del acoso».

¿Y qué hacer con el acosador? «Los niños menores de 14 años son inimputables», señala García, así que no se puede hacer nada. A los mayores de esta edad en casos graves se les puede detener y la Fiscalía puede intentar concienciarles a ellos y a sus familias de que algo va mal». Recientemente, la Audiencia Provincial de Alicante condenó a dos menores a pagar una indemnización de 2.828 euros a una compañera, pero estas condenas todavía son excepcionales.

La falta de valores éticos y morales en la sociedad es una de las causas de que haya aumentado el acoso y la violencia en las aulas a juicio de José Joaquín Nogueroles, psicólogo especializado en salud mental infantil y juvenil, quien considera además que los centros deben implicarse más, ya que, a su juicio, ante los casos de acoso, «siguen mirando hacia otro lado». Igualmente, Francisco Sorolla, secretario de la Asociación Valenciana contra el acoso escolar, Avalcae, cree que gran parte del problema «es que se ha perdido el respeto a los profesores, ni siquiera los padres los respetan y se han perdido los valores. Ahora el que tiene valores es el tonto». Además, incide en que «la reforma constante de los planes educativos no ayuda», como tampoco lo hacen «la violencia en televisión y la falta de control del uso de los niños de las nuevas tecnologías que favorecen el ciberacoso. Dejar a un niño de 11 años un smartphone es como dejarle una granada de mano».