Amarna Miller, una actriz porno española, defiende su oficio contra todo prejuicio, e incluso se declara feminista frente al argumentario de algunos sectores de este movimiento que entienden la pornografía como el reducto más expresivo del machismo bajo pretexto de la libertad sexual y de la ruptura de las convenciones que conllevan los ritos de alcoba. El ´ideario´, por decirlo así, de Amarna Miller y de otras muchas como ella, puede ser machacado con un amplísimo muestrario de recursos, probablemente incontestables para amplios sectores de la sociedad, tanto si se emiten desde la derecha como desde la izquierda. Pero nadie podrá negar que esta señora sabe lo que hace, lo decide con libertad y pone sobre la mesa un debate que no puede ser despachado con esquematismos.

Y luego está la mujer de Bárcenas, Rosalía Iglesias. Si Amarna es marginada de los salones, la mujer del extesorero del PP responde a un perfil perfectamente convalidado en la gran sociedad. Rica, elegante y virtuosa. Ahora también sabemos que sumisa al macho, su marido, pero no como la actriz porno, que representa escenas bajo la reglas concertadas de un juego que empieza y acaba en la cama o allí donde se realice la toma videográfica, sino por aceptación de una supuesta condición femenina que no permite preguntar al varón por el origen del dinero que entra en casa, asunto que debe ser considerado una vulgaridad. Amarna Miller sí sabe de qué vive, y lo sabemos todos: de su cuerpo serrano. Pero a Rosalía Iglesias no le importa saber cómo llena la cazuela, pues es su marido quien sale a la selva a buscar el sustento con el que vuelve a la cueva para que ella llene las bolsas de la compra, provea a sus hijos, organice sus vacaciones e invite a té después de misa a otras señoras del PP igualmente decentes. La señora de Bárcenas tiene un gran prestigio social porque permite que su marido falsifique su firma, haga operaciones en bancos suizos mientras ella permanece en la sala de espera, y lleva con el señor B ´una vida plena´ sin preocuparse para nada de la procedencia de tanta pasta como concurre en sus cuentas bancarias o de tanto patrimonio en fincas urbanas como se despliega ante ella. Claro que llegados a este punto necesita matizar que «yo no soy tonta», remedando a los clientes de MediaMarck, lo que en el fondo es un mensaje para otras de su clase: «Ser lista es no preguntar cómo roba tu marido». Está todo en Los Soprano. Palabra por palabra.

El traje que llevaba puesto la gran señora Rosalía en su comparecencia de ayer ante el juzgado se lo hemos pagado los españoles con nuestros impuestos, mientras el desnudo glorioso de Amarna en sus pelis le permite vestirse después como bien quiera, pues se lo gana con su sudor y su libertad. Entre el porno y la pornopolítica, el porno.