En la Región también son habituales «los ataques informáticos», los cuales «se vienen produciendo tanto a particulares como a empresas». «A veces el ataque es solamente para destruir o fastidiar», dice Carlos Walter Karlsson.

En estos supuestos, «a veces detrás también hay una extorsión. Mandan un virus malicioso a una empresa y le bloquean todo el sistema», indica el inspector jefe de este grupo.

A estas empresas afectadas «les aconsejamos que no paguen. El 80% de la gente que ha pagado no le ha quitado el virus, porque es un troyano bastante duro», hace hincapié.

Sobre el ciberacoso, el inspector jefe recuerda que «puede ser también entre adultos, alguien anónimo que te está acosando y te hace la vida imposible». No obstante, asegura que este tipo de delitos «han ido disminuyendo» debido a «la información que se da».

Y es que Walter Karlsson sabe que «la prevención es la información». Admite que es fácil «vulnerar las clave de Wifi», algo que, de hecho, «está en Google».

A la hora de poner en marcha el proceso para localizar y detener a ´los malos´, muchas veces «hay que pedir datos a Twitter o Facebook, cuyas sedes están en Estados Unidos». Y ocurre que «ellos (los cibercriminales) trabajan con tecnología del siglo XXI y nosotros con leyes del siglo XIX». En opinión del inspector, «tiene que haber una colaboración internacional» para resolver con más diligencia este tipo de delitos. «Sería interesante que todos los países europeos trabajásemos de manera unida», corrobora al respecto. Urge esta colaboración internacional, por ejemplo, en lo que la Policía conoce como «la tipología de la novia rusa».

88.000 euros a Malasia

Walter Karlsson lo explica: «Un día empieza a chatear contigo una rusa, rubia, guapísima. Hasta que te dice que quiere ir a España contigo, pero que no tiene dinero suficiente. Y primero te pide que le mandes 1.500 euros». La víctima del timo ingresa ese dinero en la cuenta de la rusa, con la esperanza de que sea para el billete. Pero no hay tal viaje: la segunda pega es que, de pronto, resulta que ella tiene una madre mayor y enferma a la que ha de dejar en una residencia si es que quiere volar a España. La cuestión es que siempre pide más dinero. Y el timado sigue mandándolo, hasta que llega a perder una cantidad de miles de euros. Es entonces cuando acude a la Policía. A veces, ni eso: no denuncia por pura vergüenza. «Una señora perdió 88.000 euros, se los mandó a un hombre que ´conoció´ por Internet. Este dinero acabó por Malasia», señala.

Carlos Walter Karlsson insiste en trasladar a la población un mensaje: «Si no se denuncia, no podemos investigar».

A veces ocurre también que esto de la tecnología pilla de nuevas a según qué generación. «Los que tenemos una edad somos inmigrantes tecnológicos, pero nuestros hijos son indígenas», subraya Carlos Walter Karlsson. En este sentido, pone el acento en que los niños tienen acceso cada vez a edades más tempranas a dispositivos electrónicos. «Se les regala un móvil antes que el típico camión o la muñeca», lamenta el inspector.

En ocasiones el control parental, aunque importante, no es suficiente. El inspector alude al caso de una niña de tan sólo 6 años a la que su padre le había comprado una tablet. Pese a que tenía todos los filtros activados, la menor se conectó a una red Wifi, con la intervención de otra niña, y acabó con la tableta llena de pornografía infantil, sin ser en absoluto consciente de qué era eso. Cuando el padre vio lo que tenía su hija, alertó a la Policía.

Carlos Walter Karlsson, que insiste en que «hay que llevar cuidado con los portales en los que se compra», apunta que, debido a este dominio de la tecnología desde tiernas edades, a veces el bullying trasciende al aula. Aunque de esto se hace cargo el Grupo de Menores (GRUME), el de Delitos Tecnológicos también interviene cuando se trata de amenazas y acosos que se llevan a cabo vía WhatsApp o Facebook.