Una noche a la intemperie sin comida ni abrigo en mitad del monte Roldán soportando las condiciones climatológicas más adversas de las últimas décadas. A eso ha sobrevivido Alberto Rodríguez, un joven cartagenero de 33 años que se quedó atrapado anteayer en este sitio tras verse sorprendido por la nevada que tiñó de blanco la ciudad pasado el mediodía del miércoles. Pese a que el final fue feliz y Alberto ya se encuentra fuera de peligro, el corredor reconoce que «hubo momentos en los que pensé que no iba a salir vivo del Roldán».

El senderista acudió al paraje a las 11.00 horas, cuando aún no había comenzado a nevar, acompañado de su padre y, en mitad de la marcha, decidió separarse de él para subir corriendo a la cima del popular monte. «Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde, empezó a nevar, no se veía el camino y me perdí». Los primeros copos le sorprendieron en mitad de la naturaleza.

Decenas de corredores amigos del desaparecido se organizaron durante toda la noche para hacer batidas por el Roldán. Además, también se organizaron labores de búsqueda por parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. En total, según el Gobierno regional, unas 150 personas participaron en el operativo. Entre ellos, bomberos, Guardia Civil, agentes medioambientales, voluntarios de Protección Civil, militares de Infantería de Marina, grupos especializados de rescate en montaña con perros y hasta un helicóptero. No obstante, los familiares del desaparecido se quejaron de que la búsqueda por parte de los organismos oficiales se suspendiese al anochecer y no se reanudase hasta las primeras luces del alba.

El chico acaba de aprobar una oposición para funcionario de Justicia. Está casado y tiene una hija. Pertenece a un club de corredores aficionados a la montaña llamado 'Los Mudos'. Tras casi 24 horas desaparecido, ayer fue rescatado por mar al filo de las once de la mañana por una embarcación de la Guardia Civil que lo divisó desde el agua. «Nunca me había alegrado tanto de ver a la Benemérita en mi vida», bromeó ayer el superviviente del Roldán desde su habitación del hospital Santa Lucía, donde pasó la noche y hoy espera que le den el alta para regresar a casa junto a su mujer, Lidia, y su hija Olivia. Sólo presentó leves síntomas de hipotermia tras la aventura que casi le cuesta la vida.

«Mi marido es un indio»

«Enseguida perdí toda la visibilidad por la niebla que había y la nieve, nunca había visto nevar tan fuerte. Así que la única escapatoria que vi fue buscar el mar e ir costeando campo a través hasta encontrar la ciudad», relata el deportista. Su intento de escapar del hostil lugar en el que se había convertido el Roldán tras los primeros copos acabó desorientándole. «No sé en qué cala acabé refugiándome porque estaba completamente desubicado, ni siquiera podía saber la hora que era porque no llevaba móvil, ni reloj, y no había sol», relata.

Su huida le llevó a un destino de no retorno que acabó siendo su salvación. «Encontré por casualidad un recoveco en la falda del monte, junto al mar, y allí me hice mi propio refugio para aguantar el temporal. No tenía otro remedio, de allí no se podía salir a pie con ese temporal. Seguir costeando era imposible porque el suelo, que se había mojado, estaba impracticable y el terreno era muy escarpado», comenta. «Tuve la suerte de encontrar una grieta de dos o tres metros que, aunque no tenía techo, me sirvió para cobijarme con un muro de piedras grandes que hice para cortar el viento», recuerda. Alberto pasó toda la noche sin dormir en este refugio.

El deportista reconoce que «hasta llegar a la cueva cometí muchos errores, pero una vez allí, me desenvolví bien, sabía lo que tenía que hacer. Bebí agua de lluvia y físicamente me encontraba fuerte, aunque estaba helado». El superviviente rompió una caja de plástico de fruta que se encontró para ponérsela alrededor del cuerpo y evitar el frío. Admite que llevaba poca ropa de abrigo y que estaba completamente empapado.

Alberto se metió en la cueva y puso como reclamo para ser encontrado un chaquetón cortavientos de color rojo fluorescente, que fue divisado por los agentes. Su mujer Lidia dice que su marido «es un indio», destacando su fortaleza física y mental. Ella confiesa que todo ha sido «una pesadilla horrible». Alberto agradece la ayuda de quienes subieron al monte a buscarlo. Cree que, si no llega a ser rescatado ayer mismo por la Guardia Civil, «no hubiera sobrevivido para contarlo».