­La Fundación Trinitario Casanova inicia con la ilusión por bandera su tercer año de funcionamiento. Al frente de la misma se encuentra la persona que le da nombre, un empresario de prestigio que en 2014 se embarcó en este proyecto siguiendo el ejemplo de su padre, «una persona muy trabajadora y humilde, pero siempre entregada a los demás». La evolución de esta institución no sólo se aprecia en el cada vez más elevado número de actividades y colaboraciones con otras asociaciones o fundaciones, sino también en su reciente expansión nacional. Pero lo que brilla con luz propia es el carácter solidario que emana de cada una de sus actuaciones.

­­­La Fundación nace en 2014 y desde entonces no ha dejado de trabajar en favor de las personas que más lo necesitan. ¿Qué balance hace su presidente de lo acontecido durante este periodo de tiempo?

El balance es más que satisfactorio. En tres años hemos triplicado nuestro presupuesto y hemos ido creciendo exponencialmente en número de actividades y colaboraciones con otras asociaciones o fundaciones. Además, este tercer año de funcionamiento lo afrontamos con más ilusión por nuestra expansión nacional. La evolución de la Fundación ha sido notable durante este tiempo y creíamos que había que ampliar el ámbito de actuación fuera de la Región de Murcia. Ya habíamos realizado alguna colaboración en la zona de Alicante, pero sentíamos que no era suficiente. Nos llegan propuestas de colaboración desde toda España y es una pena tener que rechazarlas por estar circunscritos al ámbito autonómico. Por eso, a partir de ahora seremos una fundación de ámbito nacional, de tal forma que podamos beneficiar a más gente. Eso sí, los orígenes de la Fundación Trinitario Casanova son murcianos y estamos muy orgullosos de ello. Murcia siempre formará parte de nuestra seña de identidad.

¿Cómo surge la idea de embarcarse en este proyecto? ¿Qué le anima a crear esta institución?

Sin duda, mi padre. Fue una persona muy trabajadora y humilde, pero siempre entregada a los demás. Le recuerdo, cuando yo era un niño, ayudando y ofreciendo lo que tenía, ya fuera una caja de naranjas para una familia que lo estaba pasando mal o un puesto de trabajo para alguien que lo necesitara. Era una persona involucrada y comprometida con los demás, y todos esos valores los supo transmitir a sus hijos y nietos. Por eso, tras su fallecimiento pensé que lo mejor era continuar con ese legado, uno de los mejores que pudo dejar a su familia, y crear una fundación que llevara su nombre. Además, también creo que todas las empresas o personas que disfrutamos de mayor bienestar, en especial los empresarios, tenemos la obligación moral de devolver a la sociedad lo que ella nos da. Si una empresa genera beneficios lo más justo es que una parte de ese capital se reinvierta de nuevo en los demás. Creo que la sociedad, cada vez más, demanda de las empresas una respuesta de compromiso, sobre todo en situaciones económicas como la que vivimos desde hace años, y eso no puede pasar desapercibido para nadie.

¿Cuáles son los objetivos que se planteó a la hora de afrontar este reto?

Como decía, mantener un firme compromiso de ayuda a la sociedad y contribuir en la ampliación del tejido cultural, educativo, artístico y de sensibilización medioambiental de la Región de Murcia a través de nuestras actividades.

¿Qué otras metas se asoman por el horizonte?

La consolidación de la Fundación en el ámbito nacional, como comentaba al principio, y el traslado de nuestra sede a unas instalaciones mucho más grandes y con espacios que nos permitan ampliar nuestra capacidad para organizar eventos, charlas, conferencias, encuentros…

¿Hacia qué colectivos van dirigidas todas las iniciativas que llevan a cabo?

En principio están dirigidas a todo el público en general, pero intentamos que muchas de ellas estén destinadas a la infancia por dos motivos. Por una parte porque constituye el futuro de nuestra sociedad, y por otra porque siempre es más vulnerable. La actividad de la Fundación se basa en tres ejes fundamentales, como son la promoción de la cultura y el arte, el fomento de la educación y la sensibilización medioambiental; y en muchas de las acciones que llevamos a cabo procuramos buscar el carácter social, destinándolas específicamente a un público más desfavorecido o con menos oportunidades.

¿Qué tipo de actividades promueven para convertir en realidad sus objetivos?

Desde la reforestación de zonas verdes, que realizamos con escolares de la Región, hasta la donación de alimentos a Jesús Abandonado, pasando por concursos literarios, talleres de escritura, concesión de becas, concursos de pintura, actividades en centros educativos, ayuda ante necesidades puntuales, como ocurrió con el terremoto de Ecuador, o un proyecto de terapia asistida con caballos para niños víctimas de la violencia intrafamiliar, dirigido por Quiero Crecer, la Asociación para la salud mental infanto-juvenil.

¿Qué papel desempeñan en el día a día de la institución que preside las aportaciones realizadas por los patrocinadores y colaboradores?

Son fundamentales para el desarrollo de las actividades y para el crecimiento de nuestra Fundación. Es muy satisfactorio ver lo generosa que es la gente y un orgullo saber que siempre se puede contar con su colaboración. Lo vemos a lo largo de todo el año, y especialmente durante nuestra cena benéfica, en la que el pasado diciembre superamos aforo y expectativas de generosidad. Y no me refiero sólo a las aportaciones económicas, sino a las donaciones de regalos y obras de arte para subasta, que fueron adjudicados por cantidades más que generosas. Si hay algo fundamental para el buen funcionamiento y el crecimiento de la Fundación Trinitario Casanova son sus colaboradores.

¿Qué cosas le aporta su dilatada experiencia como empresario a la hora de presidir la Fundación?

La gestión del capital humano y económico, los dos pilares básicos para que cualquier proyecto funcione. Sin embargo, creo que la parte emocional también forma parte de ese eje central: la empatía, la habilidad para ver dónde hay una necesidad y la capacidad de escucha. Sin ellas no se puede avanzar en ningún ámbito de la vida.