El psicólogo clínico y profesor de Psicopatología de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM), Eladio Rosique Meseguer, cree que, paradójicamente, la Navidad puede ser el mejor momento para recordar a los seres queridos que han fallecido o que están ausentes por cualquier circunstancia. Para sobrellevar su pérdida, ha aconsejado rescatar el amor y las experiencias compartidas. «Probablemente todos consideren que para sobrellevar el dolor hay que actuar como si no hubiese pasado nada, pero eso no funciona», advierte Rosique, quien subraya que recordar algo bonito «nos puede hacer llorar pero es una forma de hacer presente a quien no está y aprender a vivir con su recuerdo».

Incluso, aconseja hacer un brindis en honor de esa persona que falta, porque «puede ser una forma de darnos permiso para recordarle», ya que «es injusto que el legado que nos deje esa persona sea solamente dolor», según este profesional, que es miembro de la Junta de Garantías del Colegio Oficial de Psicólogos de la Región de Murcia. Rosique reconoce que «es imposible olvidar a quien se ha marchado pero sí se puede aprender a vivir con su ausencia y rescatar lo que nos aportó en vida». En este sentido, admite que la Navidad, por su carácter familiar, es una época muy difícil para las personas que han perdido a algún ser querido, ya que «se hace complicado asumir algo que no queríamos que sucediera». En su opinión, es el momento propicio para «reflexionar sobre si hemos aceptado la situación y si seguimos adelante con nuestra vida». Como cualquier herida, destaca que «la curación del alma» necesita su tiempo, pero puntualiza que hay que manejar bien el dolor para evitar que se enquiste. «Todos sabemos que la tristeza es lógica pero lo que no podemos hacer es alimentarla o esperar que desaparezca por sí sola», según este psicólogo, quien afirma que «hay que seguir creando vivencias» aunque no apetezca seguir adelante, porque «no todo se puede detener tras la pérdida».

Rosique tiene claro que «nadie es sustituible», pero subraya que «el calor de otros seres queridos puede reconfortarnos: yo los necesito y ellos me necesitan». De esta manera, intensificar las relaciones más importantes para nosotros «puede ser un soporte que nos arrope», añade.

«Hemos sido afortunados cuando la vida nos ha permitido sentir tanto por alguien», y el sufrimiento «es tan intenso porque está en proporción a lo que llegamos a amar», destaca.

Y, aunque sea tan duro, «todos volveríamos a amar así aún sabiendo que lo íbamos a perder», según este profesional. Y es que el dolor «es manifestación del privilegio y hay que dar gracias a la vida o a alguien superior (en el caso de alguien de fe) por haberlo disfrutado».

Además, Rosique recuerda que hace muy poco, una paciente suya que había perdido recientemente a su marido le dijo: «Nos queríamos tanto que por eso me duele de esta manera, y prefiero sufrir yo a que él sufriera así por mí».