Tengo un primo del PSOE, con quien me veo en Navidades, que es negacionista. Me explico: en los tiempos de la Baja Edad Media Felipista se resistía a admitir que Felipe González y Alfonso Guerra estaban de morros. «Eso os lo inventáis en la prensa», reponía a mis intentos de chincharle. Yo le decía: «Es que ni se hablan». Y él: «¿Y tú cómo lo sabes?». Intentaba explicarle que era evidente, por los hechos y por los gestos, pero él no podía soportar el simple trazo de esa posibilidad: «Felipe y Alfonso son uña y carne, y no conseguiréis que se peleen».

Apelaba a una conspiración de los periodistas, dispuestos siempre a interpretar lo peor para hacer daño al PSOE. Con la sucesión de Navidades, fue aflojando sus impresiones hasta acabar poniéndose del lado de Guerra y lanzando adjetivos furibundos contra González, confirmando así el desencuentro que antes negaba, pero ya en las de 2015 encontró la oportunidad de venirse arriba con otra letanía semejante a la original: «Los periodistas estáis empeñados en que Susana y Pedro se llevan mal, y os equivocáis, porque los dos trabajan juntos por el bien del partido, cada uno a su manera». Comprenderá el lector que, contra la tendencia general entre los ciudadanos sensatos, yo esté contando las horas que faltan para la cena de Nochebuena, en espera de escuchar el pretexto de mi primo. No quiero adelantar acontecimientos, pero sospecho que vendrá a ser más o menos el siguiente: «Se llevaban bien, como yo decía, pero los periodistas habéis conseguido que se peleen». Es una idea que le brindo, en el improbable caso de que se le haya ocurrido, aunque si la ´mato´ aquí es porque aspiro a que ingenie alguna otra menos previsible, lo que no debiera significar menos alucinante.

Me temo, sin embargo, que la casuística de Podemos, que viene siendo espejo para el PSOE en casi todo, no ayudará a mi primo a salir del bucle, sino que volverá a inspirarle. Desde Podemos se reproduce a cada instante la plantilla ´buenista´ de mi primo sobre los dúos Felipe/Alfonso, Pedro/Susana , en su caso referida a Pablo/Íñigo. Sólo que el negacionismo de mi primo es la expresión de un deseo y se conforma en la buena intención de que en su club, el de los socialistas, no puede haber mal rollo, sino que éste es un virus que se transmite desde fuera. Así lo cree. Pero en Podemos, donde los activistas son todo menos ingenuos, hay una hiperrepresentación del buen rollo, de la amistad y de los buenos modales, incluidos los besos en la boca, ya de segunda mano, entre machos alfa, a instancias de la política espectáculo de la que tanto se deplora mientras es instrumentalizada a tope. Se amenazan gravemente mediante cartas abiertas que simulan afecto, y es curioso que tanta estomagante amistad y tanto amor coloque a las exnovias o a los exnovios en trincheras distintas a las de las parejas vigentes. El debate en Podemos ha empezado a incurrir en un formato tipo Sálvame de Luxe, que para resultar finalmente coherente debiera ser conducido por Jorge Javier Vázquez, en el fondo el tipo de periodista adecuado para analizar su conflicto tal y como lo presentan.