Con su habitual intuición, ya lo sugería el pasado miércoles nuestro viñetista Sabiote: «Lo que van a mejorar las cenas navideñas, oye... Ya podemos hablar de futbolistas y corrupción fiscal en la misma conversación». O lo que es equivalente, de fútbol y política sin que se aprecie la diferencia.

Ayer mismo, el diario azulgrana Mundo Deportivo lanzaba desde su portada la denuncia de un diferente trato, por las autoridades políticas y judiciales y la mayoría de los medios de comunicación, a Messi respecto de Cristiano Ronaldo en lo que se refiere a sus respectivas elusiones fiscales. El diario barcelonista se quejaba de que, siendo cuantitativamente más grave el presunto fraude fiscal del madridista, sin embargo se le ha tratado con más condescendencia que al delantero blaugrana, poco menos que linchado mediáticamente.

Tal vez haya algo de verdad en esto, pues es sorprendente que el diario madridista Marca, aun siendo su forofismo con el Madrid mucho más atenuado que el barcelonismo del Mundo Deportivo, se reservara las informaciones sobre el FootballLeaks hasta que fue inevitable que se hiciera eco de ellas, y más cuando las tenía a su alcance desde el primer momento, dado que el diario favorito de Rajoy pertenece al mismo grupo editorial que El Mundo, que las publicó a toda plana.

Pero lo que escandaliza no es que el periodismo forofo debata sobre quién, si Messi o Ronaldo, ha robado más a la Hacienda pública española (es decir, a los españoles que los aplauden en los campos de fútbol y que al salir de ellos despiertan a la realidad del recorte de sus derechos y servicios públicos por falta de recursos de las Administraciones), sino que no coincidan en resumir que el problema es la corrupción fiscal estructural, en la que tanto los jugadores del Barça como los del Madrid se acomodan con tan feliz complacencia.

No es extraño que el mundo del fútbol repare antes en el dedo que señala a la luna que en la luna misma. Y es que, en fondo y forma, el forofismo futbolero reproduce el esquema aprendido de la vida política. Los partidos, en este caso los políticos, también distinguen, para arropar a sus respectivos corruptos, entre cantidades afanadas, intencionalidades o calificaciones judiciales. Así, convierten en santa a Rita Barberá porque ´sólo´ blanqueó mil euros frente a los cientos de millones malversados por los Eres andaluces, como dando a entender que el fraude no es lo importante, sino la cantidad del mismo, aunque nunca datan qué sería lo aceptable. Y para relativizar que Rato se distrajera algunas tardes por las whiskerías de Madrid a cargo de la tarjeta black de CajaMadrid se argumenta que también lo hizo un tipo de IU y otro de CC OO, como si esto los exculpara a todos o más Rato porque entre los otros dos gastaran más.

No es que la lógica del forofismo deportivo se haya trasladado a la política, sino que la corrupción política y sus argumentarios se han trasladado al fútbol.