La carrera política de Pedro Antonio Sánchez López ha sido siempre examinada con intenso celo. Desde que comenzó a especularse con que este joven alcalde de Puerto Lumbreras era el favorito de Ramón Luis Valcárcel para sucederle algún día en la presidencia de la Comunidad, todas las miradas estuvieron puestas en él, para lo bueno y para lo malo, y esa oficiosa condición de delfín le hizo asimismo ganarse amigos y enemigos tanto fuera como dentro de su propio partido.

Desde hace una década, la trayectoria de Pedro Antonio Sánchez ha estado marcada también por la permanente sospecha de mala gestión y, en algunos casos, presunta corrupción. Las denuncias de la oposición, principalmente el PSOE (sean o no las 16 que dice él), le han llevado a tener que desfilar varias veces por los tribunales, convirtiéndose en frecuente su foto haciendo el ‘paseíllo’ en la entrada a los juzgados, donde, todo hay que decirlo, siempre dio la cara.

Los procesos judiciales empezaron a torpedear en serio el ascenso político de Sánchez desde 2012, antes de entrar en el Gobierno regional, cuando el TSJ, como se le pide ahora en el caso Auditorio, admitió una exposición razonada de un juzgado de Lorca que pedía que se le investigara por prevaricación en la contratación del equipo redactor del Plan General de Ordenación Urbana de Puerto Lumbreras. Le acusaban entonces de haber ‘troceado’ el proyecto en contratos menores para evitar sacarlo de una tacada a concurso público y poder así adjudicarlo poco a poco a una empresa concreta.

Por este caso estuvo imputado durante meses, justo en el momento en el que Valcárcel preparaba su sucesión, aunque en esos años no había esas líneas rojas tan estrictas en lo referente a los cargos públicos con asuntos con la Justicia. El caso lo archivó en noviembre de 2014 el magistrado del TSJ Julián Pérez-Templado archivaba la causa y los partidarios de Pedro Antonio, ya entonces consejero, veían el camino totalmente despejado. La ansiada sucesión se preparaba en San Esteban cuando la Fiscalía recurrió el archivo y, el 2 de marzo de 2014, la situación daba un giro radical. PAS volvía a estar bajo sospecha, pero no por el cerrado asunto de los contratos del Plan General, sino por un presunto cohecho en la adquisición de su vivienda de Puerto Lumbreras. Un jarro de agua fría totalmente inesperado.

El relevo presidencial se esfumó, pues a Valcárcel le urgía marcharse si quería ir en las listas a Europa, y hubo que buscar sucesor a toda prisa. El elegido fue Alberto Garre, con el que luego, ya se sabe, tanto el presidente del partido como su frustrado delfín se las tuvieron tiesas. Entre otras razones, por las cosas de la Justicia.

A Pedro Antonio le quedaba todavía la carta de las elecciones autonómicas y puso todo de su parte para que el caso del dúplex se aclarara lo antes posible, llevándole al juez toda su información bancaria de la época en la que se compró la casa. El TSJ pudo ver hasta lo que le regaló la gente en su boda.

Su estrategia surtió efecto y, al final, nada de nada con lo de la casa. Llegó limpio para ser candidato a las elecciones autonómicas, las cuales ganó, pero sin mayoría absoluta, por lo que tuvo que firmar un pacto con Ciudadanos en el que se comprometía por escrito a fulminar a cualquier imputado por corrupción política que hubiera en su partido, incluido él mismo.

Un paso arriesgado, sin duda, pues el problema de las togas ni mucho menos había desaparecido. Una querella de la Fiscalía por el Teatro Auditorio de Puerto Lumbreras pendía sobre su cabeza y, por si fuera poco, de repente se vio en medio del caso Púnica, por unas conversaciones de un asesor de confianza suyo con uno de los hombres de la trama corrupta.

Ahora la querella del fiscal ya no es algo previsible y se ha convertido en petición formal de investigación. Cuentan también por Madrid que Eloy Velasco está a punto de decidir sobre lo suyo en Púnica. En el entorno del presidente no son ilusos y son conscientes de que, por muy tranquila que uno tenga la conciencia, y aunque luego quede en nada, será difícil escaparse de hacer de nuevo el ‘paseíllo’ en los juzgados. Hará lo posible por no irse, pero la presión será muy fuerte y la decisión tampoco depende solo de él. Pero ojo con PAS. Parece que tiene siete vidas.