El Mar Menor es una laguna costera confinada, poco profunda, hipersalina, con cambios bruscos de temperatura, oligotrófica, con presencia de especies euriahalinas y euritermas, y por encima de todo, singular. Todos estos calificativos los encontramos repetidos una y otra vez en los informes científico-técnicos que han descrito y puesto en valor este ecosistema particular. Características, todas ellas interrelacionadas que intentan definir de forma simplificada los complejos procesos ecológicos que hacen del Mar Menor la laguna que hemos conocido y son las responsables de los numerosos servicios ecosistémicos de los que nos hemos beneficiado generación tras generación.

Es una laguna costera y por lo tanto sus playas son mayoritariamente lacustres, pequeñas playas conchíferas que nos empeñamos en trasformar en arenales a base de aportes sedimentarios externos, los cuales favorecen procesos de enfangamiento y alteran su dinámica sedimentaria.

En su ADN la laguna lleva escrito el carácter de aislamiento o confinamiento. El largo periodo de tiempo casi incomunicada con el Mediterráneo ha favorecido la deriva genética de muchas especies, permitiendo la evolución de poblaciones "especiales" adaptadas a este ambiente extremo. Reservorio de biodiversidad que corre el riesgo de perderse por la dramática situación actual.

Pero además, es poco profunda y al estar situada en una zona semidesértica de altas temperaturas y escasas lluvias, los niveles de evaporación son elevados con el consecuente incremento de salinidad, de aquí su hipersalinidad. La poca profundidad provoca que los cambios de temperatura estén poco amortiguados, en comparación con lo que sucede en el mar colindante. Las temperaturas en el Mediterráneo varían de forma gradual mientras que en el Mar Menor dependen directamente de las condiciones meteorológicas, lo que genera esos cambios bruscos y drásticos de la temperatura y que las especies que han conformado y estructurado el paisaje sumergido de la laguna sean eurihalinas (aquellas que soportan grandes rangos de salinidad) y euritermas (especies que soportan grandes variaciones de temperatura). La alta salinidad y los cambios bruscos de temperatura han impedido el asentamiento de otras muchas especies, siendo la salinidad la principal barrera ecológica de la laguna.

La laguna de aguas cristalinas era oligotrófica, o lo que es lo mismo, pobre en nutrientes, -lo contrario de lo que nos encontramos en la actualidad-. La baja concentración de nutrientes la ha hecho ser especial entre las de su clase. La mayoría de las lagunas costeras presentan entradas naturales de nutrientes procedentes de aportes fluviales continuos. Sin embargo, las condiciones meteorológicas de la zona, junto con una agricultura de secano en sus márgenes aseguraban la entrada "casi cero" (que no cero) de nutrientes. Esta peculiaridad la convertía en un sistema singular de aguas transparentes, con poco fitoplancton y por ende, sin posibilidad de importantes floraciones (blooms) de organismos planctónicos (ctenóforos, medusas, etc); solo estaba presente de forma permanente la medusa Aurelia aurita, especie cuyo crecimiento poblacional estaba asociado a las esporádicas lluvias torrenciales y la entrada puntual de nutrientes.

Estas características ambientales, interrelacionadas entre sí, la han hecho ser única, singular y especial. Por ello, se ha considerado como un ecosistema de alto valor ecológico a nivel regional, nacional, europeo e internacional. Y por ello, la laguna ha ido adquiriendo las numerosas figuras de protección que posee (algunas de ellas acompañadas de importantes ayudas por parte de las administraciones europeas). Todas sus peculiaridades, y no otras, se traducían en servicios ecosistémicos (beneficios que obtenemos los seres humanos del ecosistema lagunar), como el gran potencial para el sector turístico, el desarrollo de pesquerías tradicionales y sostenibles, o beneficios no materiales como la calidad de vida y valores estéticos y culturales.

En la actualidad nos encontramos con una laguna costera que sigue siendo confinada, con una temperatura determinada de forma directa por las variaciones atmosféricas, hipersalina, pero eutrófica. Los aportes desbocados de nutrientes y fitosanitarios han llevado al Mar Menor a la situación de desequilibrio en la que nos encontramos. El fallo de los sistemas de control de la propia laguna, maltratada durante décadas, junto al exceso de nutrientes, procedentes principalmente de la agricultura, han provocado el "cultivo" de fitoplancton que vemos desde hace meses y, consecuentemente, cambios drásticos en el ecosistema lagunar.

¿Y ahora qué? Es la pregunta que se hacen, nos hacemos la ciudadanía, buscando respuestas o soluciones mágicas que resuelvan el problema de forma rápida e indolora si fuese posible. Pero, ¡no es posible!, los ecosistemas tienen sus necesidades y sus tiempos.

Entre las propuestas de solución que se oyen y se leen en los medios de comunicación, de forma recurrente desde el principio de esta crisis ambiental, está el abrir la conexión con el Mediterráneo y como si fuese un barreño bajo un grifo, esperar que el rio de agua de entrada sustituya a la existente dañada y alterada.

Al analizar esta opción, imagino que sus partidarios habrán descartado la posibilidad de creación de nuevos canales, por los costes de expropiación de zonas urbanas y ejecución de una obra de esas dimensiones. Suponiendo que la propuesta fuese ampliar los canales ya existentes, es necesario señalar que una de las vías de conexión natural más importante, Las Encañizadas, forma parte de un Parque natural, cuyo plan de ordenación prohíbe expresamente el dragado y ampliación de los canales. Además constituye un espacio único, con la presencia de un hábitat europeo raro y escaso en el Mediterráneo, el hábitat 1140 de la Directiva Habitats (92/43/CEE): "llanos fangosos o arenosos que no están cubiertos de agua cuando hay marea baja". Hábitat descrito hace ya más de una década en los documentos técnicos elaborados para los sucesivos y no aprobados planes de gestión de la laguna. A su valor ambiental se suma la presencia de numerosas especies protegidas, reclamo, entre otros, para un importante turismo ornitológico y ambiental.

No se pone en duda la capacidad técnica de las empresas especializadas en obra pública, para el desarrollo de infraestructuras de canales de comunicación entre la laguna y el Mediterráneo. Pero no todo es capacidad técnica y/o económica (aunque en este caso no creo que la opción de abrir canales sea ni la más eficiente, ni la más económica).

Imagino que aquellos que abogan por esta opción, antes de impulsarla habrán hecho los cálculos necesarios basados en la tasa y velocidad de renovación del agua de la laguna, incluyendo modelos de hidrodinámica, teniendo en cuenta la geomorfología, densidad del agua, forzamientos de marea y atmosféricos etc etc. E imagino también, que se habrá previsto que no toda la masa de agua lagunar será renovada en pocos meses. Tras abrir los canales, existirán zonas de remanso, que probablemente permanecerán sin sustituir durante años.

Imagino, además, que habrán contrastado los datos de intercambio de agua, con la tasa de crecimiento del fitoplancton. No vaya a ser, que dicha entrada actúe como revulsivo para el crecimiento exponencial de estas algas microscópicas. Y en este punto, creo que debemos recurrir al conocimiento. Mientras los requerimientos ambientales sean los adecuados, las células fitoplanctónicas, tras adaptarse a las condiciones del medio, crecen de forma exponencial. Esta situación permanece hasta llegar a la tasa de crecimiento estacionaria, provocada por una limitación en la disponibilidad de luz, oxígeno o nutrientes. Los acuicultores conocen bien este proceso, y las técnicas de explotación de cultivo de fitoplancton se basan precisamente en mantener la fase exponencial, asegurando que las concentraciones de luz, oxígeno y nutrientes no limiten el crecimiento y reproducción celular. Es por ello, que de forma continua o discontinua se extrae un volumen dado de agua con altos niveles de fitoplancton (cosecha), mientras ese volumen es renovado por agua cargada de oxígeno y nutrientes, la situación vuelve al crecimiento exponencial.

Y volviendo al Mar Menor, hace ya varios meses que el fitoplancton llegó a su fase exponencial de crecimiento. Se sabe que han existido procesos de anoxia (como era previsible en estos casos) pero no conocemos el alcance de los daños generados en todo el ecosistema (Este artículo fue escrito antes de conocer el dramático diagnóstico presentado por el IEO y ANSE, en la actualidad ya sabemos que la magnitud de los daños supera las previsiones más pesimistas). A pesar de los esfuerzos puntuales y tardíos llevados a cabo por limitar la entrada de nutrientes, no se ha actuado con contundencia, ni se ha afrontado el origen del problema, tampoco están identificadas las vías de entrada en la laguna, ni cuantificado el volumen de dichas entradas. Según algunos científicos, la entrada de nutrientes por la rambla del Albujón, único punto donde se ha actuado y de forma tímida, podría ser mínima en relación con los niveles de nutrientes que entran por otras vías como las subterráneas o las avenidas. Pero, además, la alta concentración de biomasa de algas unicelulares en la laguna, asegura la disponibilidad de nutrientes por mucho tiempo (incluso después de conseguir el vertido cero). O sea, tenemos nutrientes para rato, y con la renovación de agua por los canales, aseguraremos el oxígeno. Y la dilución permitirá aumentar la disponibilidad de luz. Por lo que esa renovación de agua, actuará a modo de "cosecha" y facilitará el crecimiento exponencial del fitoplancton en continuo. Olvídense de las aguas limpias y cristalinas de otros tiempos.

Pero hay más, lo que sí ocurrirá es la disminución de la salinidad. Como ya se ha dicho, una de las características que determina la singularidad de la laguna es su hipersalinidad. La salinidad es una barrera para miles de especies, y su disminución a niveles próximos al mar Mediterráneo permitirá la entrada masiva de especies que actualmente están controladas. Cuando las especies que crecen de forma explosiva no sean las medusas "huevo frito" (Cotylorhiza tuberculata) sino la Pelagia noctiluca o la Olindia sp (por poner algún ejemplo), altamente urticantes y comunes en el mar próximo, los problemas se acentuarán. En resumen, la apertura de nuevos canales de comunicación con el Mediterráneo provocaría una pérdida de identidad, de biodiversidad, de calidad del estado ecosistémico y un aumento de la probabilidad de crecimiento masiva de especies dañinas.

Y... ¿Qué pasa con el agua que sale al Mediterráneo? También la experiencia y el conocimiento pueden darnos pistas. Aquí se pueden citar algunos procesos oceanográficos conocidos. El río de agua Mediterránea que sale a través del estrecho de Gibraltar (de mayor salinidad y densidad que la del Atlántico), es el causante de gran parte de la circulación profunda del océano Atlántico. También son bien conocidas las consecuencias de la salmuera, procedentes de las plantas de desalación, sobre los ecosistemas marinos. El agua que saldría de forma masiva por las golas, previsiblemente llegaría en forma de río de alta salinidad y densidad a la importante pradera de Posidona oceanica que existe frente al Mar Menor. Es probado que los niveles de salinidad del Mar Menor afectarán de forma irreversible a la pradera, fuente de oxígeno, calidad ambiental y vida. Por otra parte, el agua que baña las playas mediterráneas de La Manga, incluidas todas aquellas ubicadas en la zona norte de Cabo de Palos, tendrían el mismo aspecto que el visto este verano en la franja lagunar. La degradación de los ecosistemas marinos colindantes está asegurada, así como la pérdida de calidad ambiental de un área emblemática para el turismo regional.

El análisis de las soluciones de esta grave situación nos lleva de forma recurrente a los niveles de nutrientes existentes en la laguna. Es necesario afrontar el problema desde la raíz, reconducir las actividades que están generando las presiones ambientales, potenciando una agricultura sostenible y llevando a cabo actuaciones de reabsorción de nutrientes desde una planificación integral en toda la cuenca y gestión de todas las posibles fuentes de contaminación. Y tras el cese de entradas de nutrientes al sistema, plantear actuaciones dirigidas a restituir los servicios ecosistémicos desde un enfoque de restauración ecológica, basada en la comprensión de los procesos ecológicos.

La solución no puede ser el traslado del problema a los ecosistemas mediterráneos tras destruir los lagunares.