La temporada taurina concluyó, pero Rafaelillo acude puntualmente a su cita con la plaza de todos de La Condomina, en su Murcia natal, donde entrena cada día después de llevar a sus hijas (Felicidad, Valeria y Claudia, fruto de su matrimonio con Felicidad) al colegio. En esta entrevista, Rafa repasa su trayectoria, confiesa que nunca se le pierde el miedo al toro y lanza un mensaje a los antitaurinos: «No soy un asesino».

A los ocho años, ¿cómo descubre Rafaelillo su pasión por los toros?

Es una cosa que naces con ella. Es cierto que hay un momento de mi vida, con ocho años, en el que me empieza a llamar la atención. Todo empieza aquí, en la plaza de toros, dentro de la escuela Taurina de Murcia, donde mi padre estaba en la junta directiva. Tienes que nacer con ello, pero en ese momento fue cuando me di cuenta de que este mundo tenía una magia especial. La primera vez que cogí un capote y una muleta me atrapó, y me vi dentro de este mundo con muchas ilusiones, objetivos y ganas de realizar sueños.

Al poco tiempo se marcha a Jaén. ¿Un momento muy duro para un niño?

Aquí comencé con las nociones básicas, pero todo enfocado como si fuera un juego, aprendiendo a torear de salón. Pero realmente la decisión de marcharme fue muy dura, precoz y muy visceral, porque un crío con doce años no puede tomar una decisión madura, pero se me presenta la oportunidad de irme con los apoderados de Enrique Ponce, mi padrino, que me vieron aquí en la escuela y se dieron cuenta de que era un niño aventajado. Decidieron darme la oportunidad de que me fuera con ellos a Jaén, al igual que hizo Enrique. Es como cuando le ofrecen una oportunidad a un becario, pues en Jaén había ganaderías y podía torear y entrenar. Fue muy duro. Tuve que dejar mi ciudad, mi casa, mi familia... Tengo un recuerdo clavado en la memoria: cuando me estaba despidiendo, vi en el balcón de la casa de mis padres a mis tres hermanas y mi madre con lágrimas en los ojos. Y yo alejándome por la calle Caballeros en dirección al coche con la maleta en la mano. Son cosas que te marcan mucho y que no se olvidan.

¿Había problemas en aquella época para torear siendo tan joven?

Mis padres tuvieron que firmar un papel notarial para que pudiera torear. Sí que tuve bastantes problemas, porque no podías torear espectáculos en público hasta que tuvieras 16 años de edad y yo debuté con 15 años con caballos.

Un verdadero quebradero de cabeza para la delegación del Gobierno...

En ese momento estaba de delegada del Gobierno Encarna Sáez, con la que mantengo una gran amistad y que viene a verme siempre cuando toreo en Las Ventas. Pero en aquellos años fue una disputa constante. En La Ñora, me anuncié una vez para una clase práctica y fueron seis furgones de la Policía Nacional. La gente estaba asustada, porque no sabía qué pasaba. Todo era para que yo no pudiera torear. Tuve muchos problemas, aunque en aquel momento no lo podía entender, con el tiempo lo he comprendido. Encarna Sáez me veía como su hijo y no podía permitir que a un niño con mi edad le pudiera pasar algo ante el público.

Ahora vemos que la vida para un novillero es muy dura, con momentos difíciles, toreando plazas de ´polvarea´. ¿Cómo fue para usted esa etapa?

Yo fui un privilegiado. En mi época de novillero sin caballos y con caballos fui figura. Fueron unos años muy buenos, porque luego cuando empecé como matador vinieron unos años muy difíciles. Viví una época muy bonita, tuve la suerte de brillar en los mejores certámenes que había de novilladas sin caballos en Francia y donde iba casi todo lo ganado. Disfruté de lo bonito del toreo y de una compensación económica bastante importante. Ahora han cambiado los tiempos y los novilleros lo tienen dificilísimo. Hay muchos menos espectáculos y, si no estás en las ferias importantes, cuesta muchísimo torear. Son épocas muy distintas.

En 1996 toma usted la alternativa en Murcia y luego llegó una época muy complicada...

Tomé la alternativa con tan solo 17 años. Me vino todo demasiado joven y demasiado deprisa, mi vida fue a un ritmo muy rápido. Me llegué a plantear muchas cosas, incluso ser banderillero. En aquel momento el torero estaba, pero el hombre aún no. Era muy joven y en este mundo tienes que tener un proceso de madurez. Ahí vinieron unos años muy difíciles sin apoderado, estuve dos o tres años sin torear ningún festejo, rompí las relaciones con mis primeros apoderados, me tuve que volver de Jaén a la casa de mis padres. Unos años complicados en los que la gente no sabía qué era de Rafaelillo. Afortunadamente, aguanté con el respaldo de toda mi familia. Con el tiempo vino una persona que me apoderó y comencé a remontar el vuelo. Fueron momentos muy difíciles, en los que me refugié en mis seres queridos. Ahí es cuando te das cuenta de la realidad de la vida.

Luego aparece ´Rabioso´, un toro de Jaral de la Mira, que marca un antes y un después en su carrera...

El toro de la confirmación de la alternativa. En aquellos años duros tenía una espina clavada, que era confirmar en Madrid. Sabía que si no lo conseguía, tendría una frustración como torero y como persona. Eso fue lo que me hizo aguantar y tenía claro que el día de la confirmación tenía que tomar una decisión, que sería algo clave en mi vida. Al final, y después de mucho trabajo y lucha, llegó ese día. Fue un toro que me cogió tres veces, un toro muy difícil con el que me jugué la vida. Estuve a punto de cortarle una oreja, di una vuelta al ruedo en Las Ventas. Ahí comenzó mi pequeña lucha de remontada, y me di cuenta de que todo lo que había esperado y aguantado mereció la pena, porque ese día di la talla en una plaza tan importante que a día de hoy me ha dado mucho en mi carrera.

¿Qué siente uno cuando pisa por primera vez Las Ventas como matador de toros?

Mucho miedo, pero también ilusión, responsabilidad. Son muchos sueños que tienes en tu cabeza que quieres que se cumplan, pero a la misma vez muchos temores, porque es una plaza muy dura y exigente. Sabes que puede marcar tu carrera para bueno o para malo. Madrid es especial porque sabes que es la plaza de toros más importante del mundo.

Ha triunfado usted en todas las ferias de España, pero especialmente en Francia. ¿Qué diferencias hay entre las dos aficiones?

Francia tiene una afición dura y exigente. Para ellos su prioridad es el toro. Le debo mucho a Francia, pues desde 2007 he estado cada año en las ferias más importantes. Allí existen las Comisiones Taurinas, que tienen voz y voto a la hora de confeccionar los carteles con los empresarios, por lo que se valora mucho más al toreo y no hay intereses creados como pueda pasar aquí en España en algunos momentos determinados a la hora de hacer ferias. Allí no miran quién te apodera, ni cómo te llamas. Miran su currículum, tu manera de estar, y si les gustas tienes claro que van a contar contigo. Es un aficionado frío, calculador... No hay tanta pasión como en España.

Todas las ganaderías son importantes, pero hablar de Miura es algo especial. ¿Se le pierde alguna vez el miedo a un ´miura?

Nunca se pierde el miedo a un toro, cuanto menos un ´miura´, porque sus reacciones pueden ser imprevisibles. A lo mejor te puede hacer una envestida buena y la siguiente cambia, y no sabes por qué. Son toros muy difíciles, distintos por su comportamiento y en la morfología. Es la ganadería que más va vinculada a mi carrera, llevo ya 50 corridas de Miura toreadas, conseguí esa cifra redonda este año en Francia, en la Feria de Beziers. Además, fue una tarde muy bonita, donde corté tres orejas. Son los toros con los que más miedo he pasado y los que más disgustos me han dado.

En ocasiones se puede ver qué pasa en la habitación de un hotel cuando un torero se prepara, pero nunca se ve qué pasa cuando un torero regresa. ¿Cómo es ese momento?

Todo depende. Hay tardes que puedes tener una habitación llena de amigos felicitándote, porque ha sido una tarde bonita, y hay otras que te ves ahí solo con tu hermano, con tu mozo de espadas y con tu padre, y cuando llega tu apoderado, pues liquidar y hablar un poco de la corrida de toros, porque las cosas no han salido, porque no ha habido triunfos. Esta es un profesión difícil donde no todas las tardes puedes triunfar, porque no depende solo de ti. Hay tardes de euforia y alegría, y hay tardes de mucha soledad. Esa es la realidad de la vida, yo ya lo viví en mis años difíciles. Cuando triunfabas, ibas por la calle y todo el mundo te saludaba. En los tiempos complicados, parece que el saludo ya no era el mismo, incluso ya ni te saludan. En ese momento aprendí quién es quien verdaderamente se acerca a Rafaelillo, al torero, al triunfo, y quién lo hace a Rafa.

Hablabas antes de respeto. El poeta José León escribió en una carta a Víctor Barrio: «A los antitaurinos perdónalos porque no saben lo que hacen». ¿Lo comparte?

Buena frase. Porque no saben lo que hacen, ni lo que dicen. Lo único que pido es que respeten. Esta es una profesión llena de valores y de cultura, si no tienen esa sensibilidad, por lo menos que respeten. Afortunadamente, ahora el Gobierno nos está protegiendo, porque estábamos un poco desprotegidos, y ahora la ley nos está dando la razón. Somos el segundo espectáculo de masas, después del futbol. Y luego, a nivel personal, somos personas civilizadas. Yo no soy ningún asesino, asesino es el que mata a traición, mientras que yo expongo mi vida, doy mi cuerpo y mi alma delante de un toro, que nunca sabes qué reacción puede tener. Nosotros respetamos al toro más que a nadie, la palabra ´asesino´ sobra. Aparte de eso, algunos antitaurinos son personas que no respetan. Lo que pasó con Víctor Barrio sobrepasó todos los límites. Y después lo que dijeron de mi amigo Adrián no tiene nombre. Desear la muerte a un niño que está luchando contra un cáncer no se puede entender. Si no existiera la tauromaquia, el toro desaparecería. Yo los respeto a ellos, pero hay una línea que pasaron hace mucho tiempo.

¿Cómo es tu día a día fuera de temporada?

Me levanto a primera hora, dejo a las niñas en el colegio, después me vengo a la plaza a torear de salón y más tarde voy al gimnasio. Después recojo a las niñas del colegio, comemos en casa y por las tardes, si me falta algo de entrenamiento, vuelvo a la plaza, y si no, estoy en casa con la familia, haciendo cosas en común.

¿Cuándo volverás a torear en la plaza de La Condomina? Los aficionados tienen ganas de verte...

Yo también tengo muchas ganas. Llevamos dos años en los que la empresa y yo no hemos tenido entendimiento. Ha sido una pena. El año pasado lo encajé mejor, pero este año, en mi 20 aniversario, no poder torear en mi tierra ha sido el lunar negro de la temporada. Dios quiera que el año que viene cambie y se pueda arreglar.

¿Qué reto le queda?

Siempre te quedan retos. El mayor de todos, seguir superándote día a día, como torero y como persona, y, a partir de ahí, siempre todo se puede mejorar y conseguir cosas más importantes. Si te conformas con lo que has hecho, no creces.

¿Dónde se ve cuando su carrera llegue al final?

No me lo he planteado. Me da miedo porque soy una persona muy inquieta que no puede estar parada. Espero tener proyectos en mi cabeza. Lo que quiero es que, cuando llegue ese momento, me sienta feliz conmigo mismo y con lo que he conseguido como torero. Uno nace torero y se muere torero, pero empezaré una nueva etapa como una persona normal.