Tic tac. Tic tac. Hace apenas unas horas hemos vuelto al horario de invierno. A las 3 de esta madrugada las manecillas del reloj se han retrasado una hora. 60 minutos más de vida hasta que a finales de marzo vuelvan a quitárnoslos.

Este cambio horario, según las variadas crónicas que relatan su historia, se remonta a los años de la dictadura, cuando Franco adelantó sesenta minutos los relojes españoles para estar en sintonía con la hora que Alemania había impuesto en todos los territorios ocupados. Hasta ese momento, los españoles habían vivido acordes con el horario del meridiano de Greenwich (GTM), que es la hora que mantienen en Canarias.

Por lo tanto, hasta esa fecha, los relojes españoles marcaban una hora menos que la actual, la misma que también tienen Inglaterra y Portugal. Este es el huso horario que le corresponde a España por su situación geográfica, ya que el meridiano de Greenwich pasa por Castellón y deja prácticamente a toda la península al oeste.

No pocos debates ha generado este cambio horario: los que están a favor argumentando sus beneficios económicos, frente a los que están en contra de la medida, que, por otra parte, también llevan a cabo los países europeos y Estados Unidos, entre otros.

E incluso la polémica ha llegado a los parlamentos autonómicos: en las Baleares y en Valencia ya han aprobado iniciativas para no adherirse al retraso en otoño, y adelanto en primavera, de una hora los relojes.

El catedrático de Fisiología de la Universidad de Murcia y experto en Cronobiología (ciencia que estudia los ritmos biológicos), Juan Antonio Madrid Pérez, subraya que es un tema complejo que puede ser abordado desde diferentes puntos de vista.

Un horario acorde al cerebro

Aparte de los hechos objetivos que comentamos en otro apartado del artículo, el científico destaca que la hora oficial de España no es la que deberíamos tener de acuerdo con nuestra localización geográfica.

En su opinión, mantener la misma hora que Praga, Varsovia o Berlín, lugares donde el sol sale y se pone una o dos horas antes que en Madrid, «no parece muy razonable». Volver a la hora del Reino Unido o Portugal, nos acercaría a la hora solar, «que es la que utiliza nuestro cerebro para programar el tiempo biológico».

Sin embargo, apunta que este cambio horario sí favorecería que los españoles adelantemos nuestros horarios de comidas y cenas «así como podría aumentar el tiempo dedicado al sueño, siempre y cuando se produzca en paralelo a los cambios sociales en los horarios de trabajo y de ocio».

Pero, como todo, hay un punto también a tener en cuenta y es que, apunta, en algunas regiones situadas al este de la península en diciembre se haría de noche hacia las 5 de la tarde o un poco antes.

«Quizás, una solución intermedia que nos aproximaría al horario solar y nos permitiría mantener parte de la luz solar por la tarde, sería la adopción de un horario único para todo el año, basado en GTM+1. Esto es, el mismo horario de invierno que acabamos de adoptar», manifiesta el experto de la UMU.

De este modo, haremos coincidir lo más posible el momento de levantarnos con la salida del sol, a la vez que solo perderemos una hora de sol por la tarde.

Cómo nos afecta

El cambio horario de octubre es, de entre los dos (horario de invierno y de verano) el que menos problemas causa en la mayoría de la población.

De hecho, en el caso de los adolescentes y adultos jóvenes, que suelen padecer una privación crónica de sueño, el 'regalo' de una hora extra en otoño es bienvenido y no causa trastornos importantes, salvo los que aparecen durante los dos o tres días posteriores al cambio.

«Por ejemplo, sentiremos sueño una hora antes de lo que nos marca el reloj y nos despertaremos antes de tiempo, tendremos necesidad de comer un poco antes y, en algunas personas, se producirá un leve cambio de humor por el hecho del menor número de horas de luz por la tarde», explica José Antonio Madrid.

Estas alteraciones se producen por un desajuste entre el tiempo interno, que es el que indica nuestro reloj biológico cerebral y el nuevo tiempo externo impuesto por el cambio de hora de reloj.

A diferencia de lo que ocurre en adultos jóvenes, los problemas asociados al cambio de hora de octubre son más importantes en dos grupos de edad, los ancianos y los niños pequeños.

«En ambos casos su reloj biológico es menos flexible y su adaptación al nuevo horario requiere más tiempo», según Madrid.

Por ejemplo, en una persona mayor, el hecho de que el sol se ponga una hora antes con el nuevo horario, hace que le resulte más difícil mantenerse despierto durante la tarde-noche por lo que se sentirá cansada antes de tiempo y se dormirá viendo la televisión.

«Luego, cuando se vaya a la cama, tendrá dificultad para mantener el sueño hasta el final de la noche, despertándose pronto por la mañana». Al cabo de una o dos semanas, este problema habrá desaparecido totalmente.