Jesús Martín es un humanista en el más amplio sentido de la palabra. Nacido en Madrid cursó estudios médicos, humanistas y jurídicos, obteniendo tres licenciaturas y doctorándose en Medicina y Cirugía (Neurociencias) y en Filosofía y Letras (Pedagogía). Es especialista en el sistema nervioso y en estudios sobre el cerebro; e investigador colaborador en seguridad internacional de la Universidad americana de Harvard. Ayer participó en el II Congreso de Criminología de la universidad católica UCAM, que esta edición se ha centrado en la 'Agresividad escolar', y centró su intervención en el aspecto biológico de la violencia.

¿Qué mensaje le gustaría que quede claro de su paso por este congreso?

Yo me he dedicado a investigar la violencia desde el punto de vista biológico desde principios de los 70. Y mi primer mensaje es que a pesar de que muchas personas piensen que el hombre es violento por naturaleza, no es así. Cierto es que en todo comportamiento agresivo participa el cerebro y la biología, pero también la sociedad, donde uno vive. Es decir, que influyen ambos aspectos.

Desde ese punto de vista, entonces, siempre hay un margen para la reversión de estos comportamientos.

Efectivamente, la biología acepta que haya unas personas más violentas que otras, igual que unos canten mejor que otros, porque somos distintos por naturaleza. Pero eso no significa que no podamos no ser violentos. Podemos hacer mucho en favor de no ser criminales ni agresivos. Y me baso en una serie de datos, como que evolutivamente no hay nada que nos obliga a serlo; y que el cerebro, en principio, no es violento y todas las conductas son moldeables. La misma persona que inventó la guerra puede inventar la paz...

¿En todo este tiempo que lleva investigando ha notado una mayor agresividad entre los más jóvenes?

Como cosa general, la violencia ha disminuido en nuestra sociedad en los últimos años y diría que la perspectiva es que vamos a mejor. Y como en eso influye la educación, yo diría que a nivel personal somos menos violentos que antes. Otra cosa es que se airean mucho más los casos que se dan. Pero está claro que debemos mejorar muchísimo en la educación y procurar que los menos formados, como es la juventud, dejen de serlo.

Entonces no diría que hay un incremento en casos de bulling entre los menores.

No, creo que se conocen más. Al igual que los casos de violencia de género. No es más violento ahora el hombre con su pareja que hace un siglo, por ejemplo, sino que los casos que se dan llegan a nosotros porque son publicados. Por eso hay que trabajar más en la concienciación de que tenemos que respetarnos mutuamente. Y el conocimiento de los casos que se producen nos permite trabajar en esta dirección.

En su opinión, ¿la educación y la formación es la base para luchar contra los comportamientos agresivos de cualquier tipo?

Claramente. Pero también hay que tener en cuenta que biológicamente somos distintos, como lo demuestra que en una misma familia y con una misma educación y ambiente los hijos tienen comportamientos distintos. Pero independientemente de la dificultad, todos podemos formarnos para ser mejores.

Por lo tanto, los niños que presentan conductas violentas son recuperables.

Por supuesto. No podemos rendirnos y decir que, por ejemplo, que no se puede hacer nada con las nuevas generaciones. Lo que hay que hacer es combatirlo desde el máximo conocimiento de la situación. Pero lo que sí que creo es que no ayuda la falta de respeto que en la actualidad los jóvenes, que tienen derecho a ser rebeldes, muestran hacia sus mayores. Y son comportamientos que se han perdido en Europa, por ejemplo, por un mal entendido igualitarismo. Sin embargo, en otras culturas como la asiática y la africana lo mantienen. Debemos recomponer los valores y apostar por los que consideramos más importantes. Educar más y mejor.