Juan Corona apuesta por la profesionalización de la empresa familiar para asegurar su supervivencia.

El traspaso a la tercera generación se ha considerado siempre un momento crítico.

En muchos países existe el refrán que dice que 'la primera generación crea la empresa, la segunda la agranda y con la tercera desaparece'. Los herederos pueden tener la tentación de darse a la buena vida, y no es muy normal que llegue a la cuarta generación. Por eso, el relevo en la dirección no se puede dejar al azar. El ejecutivo número uno no tiene que ser de la familia, porque el gen del talento no se reproduce en los hijos, y esto vale igual para un catedrático que para un tenista. La familia debe mirar a largo plazo.

Pero muchos empresarios se empeñan en transmitir la dirección a sus hijos.

Cuando un empresario se plantea que quiere que sus hijos le sucedan debe valorar su capacidad. Si la conclusión es que son adecuados, tienes el mejor de los mundos, pero hay que valorarlos. El argumento de que 'es mi hijo' es del siglo XIX. En el siglo XXI no podemos ir con estos argumentos, porque es contraproducente. Un empresario quiere que su emprea vaya bien y para eso todos queremos los mejores trabajadores, los mejores directivos y los mejores números. Lo contrario es entender que más que una empresa queremos una institución que permite que los miembros de la familia tengan trabajo, pero es un error, porque, además, no suelen conseguirlo: una empresa no gestionada profesionalmente hoy en día dura muy poco. En las grandes empresas familiares del mundo algunas tienen familiares al frente, pero son la minoría. Previamente los han analizado, los han probado y han comprobado que son las personas adecuadas. Si encuentras en tu familia el mejor profesional, perfecto; pero si no lo encuentras, tienes que buscar fuera.

¿Qué posibilidades de supervivencia tiene una empresa familiar frente a una que no lo es?

La vida media de una empresa familiar se calcula en 33 años, mientras que a las demás se le atribuyen unos doce. La empresa familiar, en general, piensa en el largo plazo. Ves que los empresarios no planifican para un año, sino que tienen planes a quince o a veinte años, porque se visualizan a sí mismos retirados y con su familia pilotando la dirección. Esto hace que corran menos riesgos, no es que no corran riesgos, es que no apuestan. En otros casos, se la juegan y, si pierden, mala suerte. Esto no lo hace un empresa familiar. Por otra parte, están menos endeudadas y, al acabar el año, dedican una parte muy elevada de los beneficios a reinvertir. Tienen créditos, pero muchos menos que los que tendrían si no fuera una empresa familiar, porque les gusta financiarse con capital propio. Eso ha evitado que en España haya habido una catástrofe económica en los siete años de crisis, porque algunas empresas, tirando de fondos propios han seguido produciendo y manteniendo la actividad e incluso incrementando el empleo. Si se suma un menor riesgo y una menor deuda, el resultado es una mayor capacidad de supervivencia.