Para algunos lingüistas y profesores, el español es una lengua 'sexista' que hay que controlar; para otros, la tradición manda y no es necesario una corrección extrema. Y es que la creciente tendencia política y social de diferenciar entre masculino y femenino a la hora de expresarse (cada semana se presenta una nueva guía o un tratado para evitar el 'sexismo' en el uso del lenguaje) causa un debate en la sociedad y hasta en la Real Academia Española de la Lengua (RAE), que se ha visto envuelta en un reciente rifirrafe entre dos de sus pesos pesados. En un lado del ring, el escritor y académico cartagenero Arturo Pérez-Reverte, muy habituado a salir cada dos por tres a la palestra, y en el otro, tapado hasta hace unas semanas, su compañero de Academia Francisco Rico. El motivo: la necesidad o no de que la RAE medie en las pautas para evitar que el lenguaje sea 'sexista'.

El creador del Capitán Alatriste acusaba a su institución de no dejar «oír en público la voz de su autoridad» sobre «el ridículo desdoblamiento de género», que, «excepto algunos políticos demagogos y algunos imbéciles, nadie utiliza en el habla real», aseguraba. En la RAE, denunciaba Pérez-Reverte, había «de todo...», «académicos hombres y mujeres de altísimo nivel, y también, como en todas partes, algún 'tonto del ciruelo' y alguna talibancita tonta de la 'pepitilla'».

La reacción al artículo, publicado en un medio de comunicación de tirada nacional, la llevó a cabo el cervantista Francisco Rico, que ocupa el sillón 'P' de la Academia, días después con un 'contra-artículo' en el diario El País, con el título Los académicos y las académicas. En él, Rico decía que la RAE no se tenía que meter en esos «asuntos políticos» y acusaba a Reverte, al que se refería como el «'alatristemente' célebre productor de 'best sellers'» de querer abarcar mucho.

«Podía haber hablado de académicos tontos y talibanes, pero le parece preferible discriminar soezmente: 'tonto del ciruelo' y 'talibancita tonta de la pepitilla'», escribió.

Al margen de las guerras en los 'altos sillones', numerosas asociaciones y entidades han creado guías como pauta para evitar lo que consideran 'machismo' a la hora de expresarse y apuestan enérgicamente por emplear términos genéricos e incluso por utilizar el masculino y femenino a la vez, «los niños y las niñas». La Región no está lejos de esa polémica.

Por ejemplo, la Universidad de Murcia (UMU) tiene vigente desde hace años la Guía de uso no sexista del vocabulario, coordinada por Encarnación Serna, directora de la Unidad para la Igualdad entre Mujeres y Hombres de la institución en el año 2012, y quien hubo de defenderla ante feroces críticas, incluso desde dentro de la institución académica, ya que el Departamento de Lengua se posicionó en contra. Serna defendió en las páginas de LA OPINIÓN la necesidad de cambiar ciertos usos. «No somos talibanes del lenguaje, pero el idioma evoluciona», decía rotunda.

La polémica terminó saliendo de los dominios universitarios públicos murcianos después de que la RAE (de nuevo en el eje de la acción) publicara un informe en el que criticaba éste y otros documentos similares elaborados por otras universidades y organismos. Entre otras muchas afirmaciones, la Academia recalcaba en su informe que «si se aplicara al pie de la letra lo que la guía afirma, no se podría hablar».

El documento de la UMU recomienda «que se creen referentes femeninos a la hora de expresarse» y pone como ejemplo una frase: 'El ganador obtendrá un televisor' (que, asegura, sería un uso habitual), recomendando que se utilice 'el ganador o la ganadora obtendrá un televisor'. También pide «no utilizar el género femenino para descalificar, ni alusiones peyorativas a los valores, comportamientos y actitudes que designan 'tradicionalmente' a las mujeres. El ejemplo más conocido de la actitud descalificadora es el dicho: 'Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre'», remarca.

«La utilización de un lenguaje no sexista es más que un asunto de corrección política. El lenguaje influye poderosamente en las actitudes, el comportamiento y las percepciones. El Parlamento Europeo, como institución, apoya plenamente el principio de igualdad de género y el lenguaje que utiliza debe reflejar este hecho», lanza como razón de su existencia el documento.

La actual coordinadora de Igualdad de la UMU, Eva María Rubio, defiende la vigencia del texto, «que fue el resultado de una cuidadosa y reflexionada elaboración, donde se tuvieron en cuenta las opiniones de diferentes personas expertas en Lengua Española, pertenecientes al ámbito académico, así como de las guías que en este sentido fueron elaboradas previamente por otras instituciones, como la Junta de Andalucía, otras universidades españolas o el Instituto Cervantes».

Rubio cree que es necesaria, porque «cada vez más personas buscan adecuar el lenguaje a una sociedad donde mujeres y hombres acceden en igualdad a todas las esferas de actuación y disfrutan por igual de sus derechos». Asimismo, remarca que «en términos generalizados, el uso que se hace del lenguaje es sexista, aunque cada vez más personas optamos por utilizarlo de forma que haga referencia a mujeres y hombres, porque consideramos que es una muestra de coherencia entre aquello que vivimos, creemos y queremos y lo que expresamos».

En término similares se expresa la presidenta de la Asociación Mujeres Jóvenes de Murcia, licenciada en Filosofía y activista feminista, Loola Pérez, quien avala la necesidad de que haya documentos para pautar el uso del idioma. «Las guías de lenguaje no sexista son un recurso para erradicar y corregir la desigualdad. El lenguaje es un elemento de representación y, como tal, recoge significados y significantes sexistas que construyen el imaginario social».

En el lado contrario, el profesor de Literatura Carlos Martínez, que actualmente da clases de español en Alemania, considera «ridículo el desdoblamiento de los géneros en el lenguaje. Se trata de una cuestión de sentido común y economía lingüística».

Ejemplos

  • ´Miembros y miembras´: Corría junio del año 2008 cuando la ministra socialista de Igualdad, Bibiana Aído, creaba una especie de tifón lingüístico y social al hablar de «los miembros y las ´miembras´ de esta comisión» al presentar en el Congreso que su Ministerio iba a poner en marcha un teléfono de información exclusivo para maltratadores. El exsecretario general socialista Pedro Sánchez cargaba de nuevo la caja de los truenos en abril de este año al decir «ustedes, miembros y ´miembras´» al referirse a la bancada del PP durante la sesión de control al Gobierno. Pero, ¿se puede usar ´miembra´? No. La RAE considera el sustantivo miembro como un nombre común en género, esto es, un término ambidiestro, que sirve para unas y otros (las miembros y los miembros). Hasta 2005, la palabra miembro era considerada por la Academia un epiceno, un nombre asexuado, sin femenino ni masculino, como víctima, bebé o criatura. Pero hay opiniones en contra, como la que defiende la filóloga Eulalia Lledó, con años de experiencia en el estudio del sexismo, que aseguraba en un reportaje de El País, que «la corrección en la lengua no es un valor absoluto. Y no veo nada en contra de la corrección de la palabra ´miembra´».
  • ¿Zorro o zorra?: Seguro que más de uno de nuestros lectores se ha sorprendido por el titular de este epígrafe. Pues no hemos hecho más que reflejar el masculino y el femenino de un animal, aunque la segunda acepción pude asustar. En español, «un zorro es un hombre astuto, mientras que una zorra es una prostituta. Y, por supuesto, nada tiene que ver un respetable hombre público con una mujer pública, una prostituta. Es que, además, un fulano es alguien sin identificar, mientras que una fulana es una prostituta; un golfo es un pillo, un juerguista, en cambio, una golfa es una prostituta; un cualquiera es un pobre don nadie, mientras que una cualquiera es una prostituta; y aquel que no tiene un destino determinado y está perdido nos produce cierta aflicción, mientras que una perdida es una prostituta». Este fragmento del libro Eso lo será tu madre, de María Irazusta (Editorial Espasa), es esclarecedor y muestra lo que puede cambiar una palabra según el género.
  • Una de genitales: Si en el uso común del lenguaje los genitales masculinos tienen connotaciones positivas («esto es cojonudo», «esto es acojonante», «esto es la polla»€), los femeninos pueden parecer negativos («esto es un coñazo»).