Velocidad de crucero. Es el estado en el que se encuentra el proyecto de los submarinos S-80 que Navantia construye para la Armada española, una vez concluido el alargamiento del casco y tras el comienzo de la fase de armamento del sumergible. Un cambio en el futuro del encargo que parece que devuelve el proyecto a aguas calmadas y entierra de una vez por todas los tres años de incertidumbre para sacar adelante el diseño final de la nave. Incluso, llegó a decirse que el submarino estaba 'gafado'.

Y es que, el proyecto de los S-80 (el encargo de la Armada requiere cuatro sumergibles, aunque ahora mismo sólo hay uno en marcha) pone en juego la continuidad del arma submarina en España y el prestigio de la industria naval española al lanzarse a la fabricación de un submarino en solitario por primera vez, ya que las construcciones anteriores de los Scorpene se hicieron mano a mano con astilleros franceses. También la estabilidad laboral de las más de mil personas que integran la plantilla de Navantia y las otras ocho mil que trabajan regularmente en sus instalaciones de Cartagena dan buena cuenta de la importancia de que el proyecto saliera adelante. Incluso, se produjo hasta el robo de setenta grandes baterías destinadas para la fabricación del submarino valoradas en 469.000 euros que fueron recuperadas por la Guardia Civil.

Ahora, lejos de especulaciones sobre la mala suerte del proyecto, la construcción del sumergible ha salido a flote y tras el alargamiento del casco, que ha tenido que incrementarse en unos ocho metros debido al exceso de peso de la nave, llegando hasta casi los 80 metros, el siguiente paso será dotarlo de armamento y el trabajo en el interior.

Los trabajos llevados a cabo, guiados por la aprobación del CDR (Critical Design Review) tras una reestructuración completa del programa, el rediseño del submarino y una transformación a fondo del astillero de Navantia, han permitido que el sumergible pase a tener una mayor eslora y una mayor capacidad de desplazamiento sin que haya perdido las capacidades que lo convertirán en un submarino convencional de la siguiente generación con planta AIP, capacidad de ataque a tierra, integración de sistemas y una elevada automatización.

Sobre las siguientes fases, desde la empresa no quieren revelar el siguiente paso y mantienen un secreto absoluto por cómo seguirán los trabajos, aunque el director del astillero en Cartagena, Agustín Álvarez, prevé que el primero de los S-80, el Isaac Peral, sea votado en 2020 para poder ponerlo a disposición de la Armada en 2021. Estas fechas darían una garantía de trabajo de otros diez años más, hasta 2030, ya que según la decisión adoptada por el Gobierno central, el astillero trabajará primero en esa primera unidad y luego, una vez completada, comenzará el desarrollo de las otras tres.

Mientras, la aprobación de la gran carena sobre la clase S-70 permitirá a la Armada contar con tres submarinos en activo para llevar a cabo sus misiones, pese a que hubo un momento del programa de construcción de los S-80 que puso en duda si el Ejército español se quedaría sin arma submarina por el retraso de los sumergibles. Una decisión de urgencia ordenó la quinta gran carena de las tres naves disponibles para alargar un poco más su vida útil y esperar la llegada del Isaac Peral, el submarino que debe devolver a Navantia a la élite del desarrollo de sumergibles y a la Armada española a contar con una nave con la última tecnología.