Juan Carlos Valcárcel es un murciano de 54 años que se quedó en paro hace cuatro y agotó todas las prestaciones que ponía su disposición el Estado. De tal manera que, a finales del pasado año, se quedó sin ingresos de ningún tipo, con el bolsillo vacío, por lo que no le quedó más remedio que pedir en la calle para poder subsistir. «Me iba a la puerta del Mercadona, para que alguien me echara algo. Costaba mucho sacar unos euros para comprar un bote de gel, maquinillas de afeitar y productos básicos de higiene. Tomar una cerveza o un café es para mí no un lujo, sino un superlujo», comenta Juan Carlos, que desde hace unos meses ha visto aliviada su situación con una paga de 300 euros al mes del IMAS.

Durante todo este tiempo, Juan Carlos Valcárcel ha estado sobreviviendo gracias a Jesús Abandonado, que le ha permitido alimentarse durante todo este tiempo y dormir bajo techo. «Nunca podré agradecer lo suficiente lo que ha hecho por mí Jesús Abandonado. Para mí es como estar en un hotel de cinco estrellas. Ducha, cama, sábanas y ropa limpia, más comidas al día. Claro está, tienes que cumplir tus condiciones, como hacer algunos cursos y mantenerte activo en la búsqueda de empleo», relata este ciudadano, que asegura que tiene más de 30 años cotizados. Sin embargo, es muy difícil encontrar un puesto de trabajo para una persona que supera el medio siglo de vida. «Si no tienes enchufe, es muy complicado», lamenta.

Los 300 euros mensuales con los que sobrevive ahora son en realidad 130, pues 170 de ellos los tiene que destinar al pago de una habitación que se ha alquilado. «No me puede permitir comprar comida y sigo comiendo en Jesús Abandonado», afirma Juan Carlos, quien durante este tiempo ha vivido experiencias «que todavía hoy al recordarlas me ponen los pelos de punta».

Cuenta Juan Carlos que, pidiendo en la puerta de los supermercados, comprobó «la gran solidaridad» de los vecinos de Murcia. «Me emocioné mucho cuando pasó una madre con una niña. Al principio pasaron de largo, pero luego la pequeña se volvió y me echó una moneda. Había un hombre que cada día me dejaba un cigarro», cuenta Juan Carlos, quien también ha sentido rabia cuando ha visto «cómo algunos echaban un kilo de arroz a las palomas en el jardín de Floridablanca».

También tiene un mensaje para los políticos españoles. «Con el dinero que se han gastado en este último año en elecciones, se podría haber dado de comer a muchísima gente necesitada».