Los datos ofrecidos por el posicionamiento de los teléfonos móviles de los acusados por el asesinato de la jugadora holandesa de voleibol Ingrid Visser y de su pareja, Lodewijk Severein, ocurrido el 13 de mayo de 2013, han servido para desmontar las versiones mantenidas por estos en el juicio que se sigue en Murcia.

En la sesión de ayer del juicio ante un jurado popular, el inspector jefe de la investigación del doble asesinato era rotundo en desmentir al principal acusado, Juan Cuenca, gerente del Club de Voleibol donde jugó Visser, en sus afirmaciones sobre su llegada a Murcia desde Valencia, donde él residía. Según el testimonio del agente, esos datos telefónicos señalan que Cuenca y los rumanos Constantin Stan y Valentin Ion, supuestos autores materiales del doble crimen, llegaron a Murcia varias horas después de lo manifestado en su declaración ante el juez, y que en los cuatro meses anteriores a mayo de 2013 se registraron hasta 230 llamadas telefónicas entre Juan Cuenca y el cuarto acusado, Serafín de Alba, dueño del terreno donde aparecieron los cadáveres.

A esos indicios se sumó la declaración que Rosa Vázquez -amiga de Juan Cuenca y mujer que alquiló la Casa Colorá, donde se cometieron los crímenes- prestó en la Comisaría de Zamora, a la que se había desplazado tras conocerse la desaparición de la jugadora y de su pareja, por vivir su esposa en aquella ciudad por razones laborales.

«De esa declaración en Comisaría -añadía ayer el agente- nos llamó mucho la atención que Rosa Vázquez manifestara que recibió un mensaje de Cuenca cuando este se dirigía hacia Murcia en el que le pedía que comprara bolsas grandes y pequeñas, sosa cáustica y una sierra radial».

Por otro lado, los funcionarios policiales que recogieron durante siete horas todos los vestigios biológicos hallados en las dos plantas de la vivienda de Molina de Segura manifestaron que, a primera vista, nadie habría pensado que allí se habían producido unos hechos tan graves.

Esta nueva sesión del juicio que se inició en la Ciudad de la Justicia el pasado 28 de septiembre daba comienzo con la declaración del inspector que dirigió las investigaciones desde el momento en que la responsable de la clínica de fertilidad donde era tratada Visser llamó a la Policía para comunicar que no había acudido a la cita que tenía concertada, el 14 de mayo de 2013.

A raíz de esa llamada, y tras comunicar también las familias de los desaparecidos que no tenían noticia de ellos desde el día 13, el inspector dijo que tuvieron la impresión de que estaban ante una desaparición «de alto riesgo».

Esa presunción se vio corroborada cuando en el hotel de Murcia donde se alojaron a su llegada, el mismo día 13, habían quedado sus efectos personales, que no habían recogido, y que al de Santa Pola (Alicante), donde tenían reserva antes de regresar a Holanda, tampoco habían llegado.