El juicio del caso Visser abrió por todo lo alto. Juan Cuenca relató con voz sólida y mirada hermética la historia de Danko, el ruso que había recogido en Manises a instancia de Lodewijk y que, una vez en la casa, se lio a golpes con la pareja holandesa. Minutos después se desdijo con la misma sólida voz e idéntico hermetismo en la mirada. Cantó. Tras la confesión sobrevenida, Valentin Ion también se decidió y entonó el mea culpa. Ambos testimonios solo difirieron en un punto relevante. Juan Cuenca aseguró haber contratado a los rumanos para que actuaran de sicarios. Valentin manifestó haber sido contratado para echar una mano si la cosa se ponía fea, pero no para matar. No obstante - y apréciese la paradoja - fue el propio letrado de Valentín, el conocido penalista murciano Fermín Guerrero, quien le hizo hincar la cerviz también en este extremo. El letrado sabía que, puestos a desembuchar, más vale no dejarse nada dentro. Valentin confesó haber recibido dinero para matar, aunque lo dijo con la boca tan pequeña y con esa lengua tan de trapo que duda uno de si entendió la pregunta. En todo caso, dicho queda y en acta consta.

Ya casi todo el pescado está vendido. Pero subsisten ciertas incógnitas por despejar. Historias inquietantes de iniciales, hombres desconocidos y magos.

‘M’

En un correo electrónico de 6 de abril de 2013- cinco semanas antes de ser asesinado junto a su pareja- Lodewijk envía un correo electrónico a Juan Cuenca donde le expone a su socio las conclusiones a las que ha llegado tras su último paso por Valencia. El holandés acusa a Cuenca de no ofrecer una historia «transparente» de dónde está el dinero. Hace aparición en este momento ‘M’. Lodewijk se muestra inquieto por el hecho de que M no le lleve el dinero a Cuenca.

En un nuevo mensaje con fecha de 15 de abril- menos de un mes antes de ser asesinado-, Lodewijk confiesa a Cuenca que su situación económica es desastrosa. «Esta semana», añade, «no necesito más promesas, solo dinero». Y añade entonces: «Espero que tú y M aportéis el dinero que me dijiste que iba a estar aquí la semana pasada». Tenso, Lodewijk exclama que hace ya tres semanas que M le prometió el dinero.

La cuestión no es solo quién es M, sino por qué nadie ha preguntado nunca a Juan Cuenca quién es M.

El cuarto hombre

La Casa Colorá se encuentra en La Hurona, un paraje perteneciente a El Fenazar, en Molina de Segura; una zona de cultivos extensos y población diseminada. Paquita es la propietaria de esta vivienda y de otra, situada a unos diez metros, La Casa de Piedra. El martes 14 de mayo -la pareja holandesa, supuestamente, ya ha sido asesinada- la mujer se encuentra en esta última vivienda y observa a dos individuos salir de la Casa Colorá en un vehículo blanco. La mujer les dice que les llevará toallas y ropa de cama, pero el individuo que conduce el vehículo le responde que no es necesario. El conductor del vehículo, a juzgar por la descripción, sería Juan Cuenca. A la mujer le dio la sensación de que no se había duchado en un par de días. El otro individuo portaba en el regazo una agenda de color oscuro.

Cuando Cuenca aún se aferraba a Danko, manifestó que ese hombre que vio Paquita era, precisamente, el eslavo. Pero una vez admitido que el ruso no era más que el hijo de una ficción inverosímil, Juan Cuenca debería contarnos quién era el hombre de la agenda. ¿Serán M y él la misma persona?

Los magos

Juan Cuenca dice a su ‘recadera’, Rosa María Vázquez, que por encima de él hay una persona muy rara, que ambos conocen, que dice que habla con un genio. Afirma que esa persona ha escuchado todas las conversaciones que ellos dos han mantenido, pero no especifica cómo. Cuenca, de hecho, asegura que Evedasto se deja guiar por una especie de mago, quien le dice lo que debe y no debe hacer. El mago, relata Cuenca, le encomienda incluso sacrificios. Uno de los magos, Musa o Mussa, reside en África; el otro, Adama, se halla en Murcia junto a Evedasto. De hecho, Cuenca manifiesta haberle echado una mano a Adama con el permiso de extranjería y añade que Evedasto andaba contando que su consejero era capaz de fabricar billetes de 500 euros, matar a una paloma para revivirla después y decirle cómo debe ser trabajada la cantera. Y vuelve a aparecer la famosa cantera. Afirma Cuenca que Evedasto había sufrido un intento de fraude por parte de un norteafricano con la venta de la cantera, a raíz de lo cual cayó en una depresión. Esto sucedió allá por 2003 o 2004; Evedasto realizó entonces un viaje a África y regresó transformado por obra y gracia de estos magos.

También Serafín de Alba manifestó que Evedasto hacía lo que le mandaban dos «magos», Adama y Sane, que desconocía de dónde habían salido. Cuando preguntaron a Evedasto por estos magos, el empresario abanillense manifestó que no se dejaba influir por ningún tipo de chamán. A Musa, contó, lo conoció en El Cairo por intermediación de un general egipcio, y le enseñó algunos rezos para protegerse.

Ha sido siempre Murcia territorio de curanderos, zahoríes y sanadores de mal de ojo. Si Manuel Moyano escribiera ahora su Dietario mágico, su delicioso librito donde entrevista a videntes, iluminados y curanderos de la Región, habría de visitar al tal Musa. Por si el caso no estuviera lo bastante enrevesado, faltaban los magos.