«Juan Cuenca decidió acabar con la vida de su acreedor (Severein) trazando un plan consistente en la contratación de personas que acabaran con su vida». Es la tesis del fiscal y, a su juicio, el origen del crimen: el dinero.

Ingrid Visser (de 35 años en el momento de su muerte) falleció por «las lesiones irreversibles a nivel del sistema nervioso central, como consecuencia de las fracturas y hemorragias producidas en los traumatismos craneoencefálicos», detallan los forenses.

Lodewijk Severein, por su parte, tenía 56 años cuando lo mataron. La muerte fue por «causa de los traumatismos craneales y faciales que le produjeron los golpes propinados». Su cuerpo fue desmembrado con una sierra y un hacha. El de Visser, con la sierra.

Mantas y cubos de plástico

En el sumario del caso se detalla que la fosa en la que se enterró a los holandeses «tenía aproximadamente unos 120 centímetros de profundidad, 105 de ancho y 196 de largo», y en ella se depositaron «los dos troncos vestidos, las cuatro piernas (las de Severein troceadas en cuatro trozos), los cuatro brazos y las dos cabezas».

Los troncos los habían envuelto en una manta y un mantel, mientras que las extremidades y las cabezas fueron introducidas en bolsas y en cubos de plástico.

En la fosa, además de depositar los restos, dejaron los guantes utilizados, dos botellas de agua, una camisa y un pantalón corto, un par de zapatillas blancas, un paquete de toallitas, un par de calcetines, un recogedor metálico y una escoba sin mango. Los sospechosos cerraron la fosa y se marcharon.