José Manuel Claver estaba predestinado a ser presidente del Sindicato Central de Regantes del Acueducto Tajo-Segura, igual que estaba predestinado a lucir ese flequillo de escolar travieso que todavía parece desmentir su muerte en todas sus fotografías, como un signo de vitalidad interior que contradice las noticias sobre su fallecimiento.

Ese mechón rebelde también parecía empeñado en contradecir la edad y las maneras de gentleman tímido del jurista de la Armada que había ejercido como secretario general del Sindicato y, sobre todo, como el asesor legal que llegó a convertirse en un experto en Derecho del agua.

Al destino no le importó en absoluto que Claver fuese un hombre sin tierra. Sus designios llegaron a poner de acuerdo a 80.000 agricultores de tres comunidades autónomas (Murcia, Valencia y Andalucía) para que decidieran hacer presidente a un abogado con galones de la Marina, pero sin una tahúlla que regar, al menos hasta entonces.

Y cuando su antecesor, Francisco del Amor, decidió dejar la presidencia del Sindicato, agotado por la batalla política que tuvo que librar en todos los frentes, hubo total unanimidad en que José Manuel Claver era el hombre más indicado para ocupar el puesto, porque llevaba varias décadas peleando las leyes del Trasvase recurso a recurso en los tribunales y en el Ministerio y porque tenían absoluta confianza en su capacidad para representarlos.

En aquel momento no faltó algún escéptico que llegó a calificarlo como un técnico, aventurando que le resultaría difícil gobernar a unos regantes capaces de ponerse en pie de guerra cuando se quedan sin agua, como pudo comprobar el primer presidente del Sindicato, José Joaquín García Yelo, durante una manifestación ante la delegación del Gobierno de la que salió con las gafas rotas.

Después de haber sobrevivido a un cáncer, que veinte años después ha vuelto a pasarle factura, a Claver no le asustó el escepticismo de quienes podían dudar de su capacidad para liderar una organización tan heterogénea.

Él era una de esas personas que nunca levantan la voz, pero ha contestado siempre a todo el que pusiera en duda los principios por los que rigen las leyes del agua, incluso desde el bautizo de uno de sus nietos. Sus réplicas han dado titulares que ya quisieran haber conseguido muchos políticos ocurrentes.

Y ha permanecido al pie del cañón hasta mediados del pasado mes de agosto, cuando presidió la última junta de gobierno del Sindicato. Después de la reunión se marchó al hospital para hacerse unas pruebas, pero surgieron complicaciones y ya no volvió a contestar a nadie. Los mensajes se fueron amontando en su contestador hasta que el pasado lunes se produjo su fallecimiento, a los 61 años.

José Manuel Claver era hijo de uno de los fundadores de la comunidad de regantes del Campo de Cartagena. Su padre, que también perteneció al cuerpo jurídico de la Armada, como él, formó parte de una comisión municipal del ayuntamiento de Cartagena que en 1952 se dirigió al ministro de Obras Públicas para pedirle que llevase agua a la comarca. El grupo estaba encabezado por el entonces alcalde de Cartagena, Federico Trillo, padre del actual embajador de España en Londres, y Joaquín Navarro Corominas, padre del cartagenero que fue portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls.

«¿Por qué no crean una comunidad de regantes?», les preguntó el ministro a los integrantes de la comisión municipal.

Ante la perplejidad de los representantes del Consistorio, que no veían el sentido de la propuesta, dado que no tenían agua con la que regar, les recordó: «Oigan, ¿quién aprueba las comunidades de regantes?»

Sus interlocutores no tuvieron más remedio que admitir que se trataba de una competencia del propio ministro, por lo que decidieron hacerle caso y crearon la comunidad de regantes del Campo de Cartagena, «que fue de secano desde 1952 hasta 1979», cuando empezó a llegar el agua del trasvase Tajo-Segura a la comarca.

Con estos antecedentes, no es de extrañar que el presidente de los regantes de Murcia, Alicante y Almería afrontara la batalla del agua que ha vivido la Región desde que se acabó de construir el Acueducto como una forma de militancia personal y profesional.

José Manuel Claver entró como secretario general de la comunidad dos meses antes de que llegara el agua, en sustitución de su padre, y poco después pasó a ocupar el mismo cargo en el Sindicato.

«A partir de entonces todo cambió. Al poco tiempo nos dimos cuenta de que no se podía hacer la guerra cada uno por su cuenta y empezaron a agruparse las comunidades de regantes para constituir el Sindicato Central de Regantes del Acueducto en 1982», según contaba él mismo en una entrevista a LA OPINIÓN.

Recordaba también que la primera sede de la organización estuvo en un despacho cedido por la Confederación Hidrográfica del Segura antes de que el antiguo palacio de Fontes que ocupa fuese rehabilitado, «con una máquina de escribir que no escribía».

Claver fue su secretario general hasta 2009, cuando pasó a ocupar la presidencia de una organización integrada por ochenta comunidades de regantes.

Estaba casado con una farmacéutica de Cartagena y tenía dos hijas, que le han dado siete nietos, a los que ha intentado «catequizar» desde muy pequeños para transmitirles la inquietud por los problemas del agua que él heredó de su padre.

Sus batallas legales han arrinconado durante décadas las pretensiones de Castilla-La Mancha de tomar el mando del Tajo y han ahorrado mucho dinero a los regantes, porque también ha peleado céntimo a céntimo las tarifas ante el Ministerio para conseguir importantes rebajas, que han supuesto millones de euros.

Claver fue también el promotor de la aportación del «céntimo solidario» que los regantes han hecho a la reconstrucción del convento de las Clarisas de Lorca, destruido por el terremoto de 2011. Por cada metro cúbico de agua que consumían se destinaba un céntimo a la financiación de la obra. Esta iniciativa permitió recaudar dos millones de euros que han posibilitado la recuperación el monasterio. En agradecimiento, las monjas concedieron al Sindicato Central de Regantes el nombramiento de 'Bienhechores insignes'.