Marina García también se ha dedicado profesionalmente al mundo de la moda. La doctora analiza la versión sociológica del uso de la prenda de vestir.

¿Hay discriminación en el uso o la prohibición del burkini?

Sí, hacia la mujer por la indumentaria. Antes de eso ya ha existido, y se nos ha ‘obligado’ a vestir de forma sexy, por ejemplo en el deporte, que ‘requiere’ el atractivo en primer plano. En occidente nos vemos obligadas a utilizar tacones o sujetadores poco saludables. Nadie nos obliga, pero por cultura, por socialización, por integración las llevamos. Con las musulmanas pasa lo mismo. Es una seña de identidad.

¿Entendería que se prohibiera el uso de esta prenda?

Como forma de integración, no. Las culturas no son monolíticas. Lo que es tradicional evoluciona. Hay una carga antimusulmana muy grande, también en Murcia, que les apunta como los malos. Entiendo que en algunas circunstancias, una mujer velada en un establecimiento público y después de los actos terroristas, choque. Esto ya pasó en España en el siglo XVIII con el motín de Esquilache, por el que se prohibió la indumentaria de los hombres embozados, que les permitía cometer delitos. Hay un punto de seguridad que puedo entender, pero quitar la seña de identidad a alguien, no.

¿Responde el uso de esta prenda al ‘machismo’?

Por supuesto, pero también a la vida del desierto. Tiene un origen cultural, geográfico e incluso higiénico. De ahí se ha pasado a una seña de identidad. Pero la carga machista y sexista es propia del musulmán y del cristiano. Cuando tu cultura es la mayoritaria, es lo normal. Con todo lo ‘raro’ te pones a la defensiva, y en este caso el burkini se asocia con algo malo, quizás por miedo o porque todo lo que huele a anticatólico nos molesta.