Tal y como publicaba este periódico en su edición del 16 de mayo del 91, «el paquete bomba utilizado en el atentado y que acabó con la vida de Luis Armero Garcerán y María del Carmen Puertas Maldonado, estaba dentro de una caja de madera cuyos fragmentos, al explotar el artefacto, provocaron algunas de las heridas externas que presentaban los dos cuerpos».

El artefacto fue enviado una semana antes del suceso desde Alicante, mediante una compañía privada de transportes urgentes, de carácter nacional. La persona que lo mandó dijo llamarse M. García Rodríguez. AI parecer facilitó un domicilio falso para efectuar los trámites del envío. Seguramente nadie sospechó que pudiera tratarse de una identidad ficticia, y mucho menos que esa persona estuviese mandando una bomba.

En concreto, el bulto pesaba seis kilos, y la tarifa abonada por su facturación fue de 1.454 pesetas.

El paquete, una vez llegó a su destino, en la vivienda de Roldan, fue depositado en la estancia donde hizo explosión una semana después. No lo habían abierto antes porque Luis Armero no estaba en casa: había estado en el circuito de Jerez, donde se disputó el Gran Pre-mio de España de Motociclismo.

Cuando el paquete se abrió, destrucción y muerte. Caos. Y comenzaron las especulaciones. Por qué se había elegido a esta pareja como receptora de una bomba, si es que había algún trapo sucio...

La policía sospechó que podía tratarse de un problema de celos y llegó a interrogar al ex marido de la fallecida, Luis C. N., contra quien nunca se formuló cargo alguno.

Personas próximas a Armero contaron entonces a la prensa que el hombre había descubierto un negocio de tráfico de drogas con implicación de miembros de las Fuerzas de Seguridad. Esta vía no llegó a ninguna parte y se quedó en rumor. El caso fue archivado.

Más ataques por España

Sin embargo, el de Roldán no fue el único paquete bomba que llegó a casas de España en aquella época. Juan Antonio Pérez Herrero, directivo de una empresa de inversiones, murió en Valencia al abrir otro envío similar. Los artificieros apuntaron entonces la pista militar. «Los tipos de explosivos corresponden en general a productos de fabricación y aplicación industrial, si bien el TNT es de utilización militar casi exclusiva», destacaron entonces fuentes de la investigación. Las teorías se incrementaban. Se habló entonces de un grupo de asesinos a sueldo, responsable de los envíos que se iban haciendo por toda España.

Han pasado 25 años de aquel suceso y el caso sigue sin resolver. Oficialmente, está cerrado. Quién estaba detrás de M. García Rodríguez (y sus razones para actuar así) son todavía un misterio.