Hace cinco años lo condenaron a dos décadas de prisión. Su crimen, otra vez, violar y asesinar. En este caso, a Priscilla Rodríguez en su piso de la calle Vinader, en la capital murciana.

Fue el hijo de la mujer el que encontró el cadáver, que presentaba heridas de violencia. La Policía comenzó a indagar en el entorno de la víctima, trabajadora del sexo. Vecinos de la fallecida identificaron a Jesús Enrique Campuzano como un cliente habitual. Ante sus antecedentes, se estrechó el cerco en torno a él. Finalmente, fue detenido, juzgado y condenado.

La resolución que entonces hizo la Audiencia Provincial recordaba que Kike había sido ya condenado, después del caso de Pilar Toledano, a siete años de prisión por un delito de agresión sexual y a otros doce por un delito de violación, «sin que el sistema punitivo y penitenciario haya conseguido rehabilitarlo tras siete años de tratamiento».

También admitía que las penas que ya constaban en su historia de vida «no han conseguido tampoco disuadirle de cometer nuevos delitos; al contrario, exhibe una línea creciente de antijuricidad, por lo que cabe concluir que, por elementales razones de prevención especial y general, en su propio beneficio y en el de potenciales víctimas, es aconsejable alargar dicho tratamiento».