En una España negrísima que soportaba el régimen de Franco, los sucesos eran en ocasiones, y paradójicamente, una vía de escape para la población. Con el periódico El Caso ya cuatro años en la calle, con visible éxito y forjando la leyenda que posee ahora, aconteció en la localidad costera de Mazarrón un crimen de esos que siguen sin resolverse a día de hoy, y que pasó a la historia por obra y gracia de un cineasta, en este caso Fernán Gómez.

En enero de 1956, un pescador que iba por la playa de Nares, dipuesto a realizar su faena de cada día, efectuó un macabro hallazgo: el de los cuerpos sin vida de dos hermanos, Luisa y Julio Pérez. Ella tenía 62 años. Él, 47. Junto a los cadáveres, tres copas vacías. En dos de ellas, y sólo en dos de ellas, veneno. El que, según todos los indicios, habrían ingerido los hermanos. Y una carta. En ella detallaban para quién sería su herencia, ya que ellos iban a emprender un viaje sin retorno.

¿Quién los mató? ¿Fue un pacto de suicidio? ¿Y a quién pertenecía la tercera copa, la que casualmente no tenía veneno?. «Según los vecinos de la zona, existía otra hermana, quien nunca apareció: Marina, de 52 años», apunta el portal Descubriendo Murcia.

Y es que «los tres hermanos eran forasteros y hacía apenas unos días que se habían instalado en Mazarrón. Los tres solteros, retraídos, dedicados a la hostelería primero en La Rioja y después en Bilbao y Madrid. Nadie sabe por qué llegaron a la murciana localidad costera», añade esta web.

«Nunca se resolvió el misterio, ni tampoco apareció Marina, quien seguro que podría esclarecer muchos detalles del siniestro panorama», señala Descubriendo Murcia.

Hay quien dice que Marina se adentró en el mar, al más puro estilo Alfonsina Storni, y su cuerpo se lo tragó el Mediterráneo. Como siempre que un suceso queda abierto, hay teorías para todos los gustos. Según apostilla el blog Löwenzahn, «en 1990, luego 34 años más tarde, el encargado del cementerio de Mazarrón reveló una singular vivencia adolescente que le había perseguido durante décadas e iluminado muchas de sus peores pesadillas: aquella noche fatídica, él había visto los dos cuerpos tendidos sobre la arena de la playa de Nares antes de salir corriendo tan espantado que nunca se había atrevido a contarlo».

«Y, terror sobre terror, un año después -debía de ser buen andarín el mozo- encontró el cadáver descuartizado de una mujer medio enterrado en el monte de El Castellar, aledaño a la playa de marras. Otra vez a correr», sentencia.

Así, «harto de que le tomaran el pelo, le sacaran titulillos y le tildasen de embustero, decidido finalmente a aliviar su conciencia y sacudirse las viejas pesadillas, se fue ni corto ni perezoso al lugar en el que dijo haber visto la carnicería y fue capaz de encontrar, tras remover la tierra, algunos huesos humanos, que entregó en el cuartel de la Guardia Civil de Mazarrón», agrega la citada página.

Pero no, no se resolvió el caso. No había forma humana de saber si esos huesos eran los de Marina Pérez. El misterio sigue vigente.

Sin embargo, «un crimen no resuelto es un crimen perfecto. Para escritores y guionistas, me refiero», sostiene el periodista Bernardo Sánchez. Así, si el crimen de Mazarrón se hubiera aclarado al poco tiempo de su comisión, Berlanga no hubiera podido imaginarse el sainete de humor tinto de los hermanos Vidal, que venía a resolverlo incorporando algunos datos del propio caso, pero también otros muchos del caso general de la España de los 50: monstruos familiares y represión sexual», dice.

El crimen inspiró a Fernán Gómez para El extraño viaje

«Una de mis diez películas españolas preferidas», dijo el popular crítico de cine Carlos Boyero de El extraño viaje, cinta de 1964 que estaba destinada a llamarse El crimen de Mazarrón. Pero el alcalde de entonces de la localidad costera tenía claro que el título no iba a ser óptimo precisamente para el turismo de la zona, y recurrió a la censura. Con el amparo de ésta, el regidor quedó contento y Fernán Gómez, director del filme, bautizó a éste como El extraño viaje.

La cinta, con Rafaela Aparicio, Tota Alba y Carlos Larrañaga, se censuró (otra vez) nada más estrenarse y pasó seis años olvidada en el trastero de una productora. Hoy en día es considerada una joya. Y es que «un acontecimiento esperpéntico como el conocido crimen de Mazarrón estaba destinado a algo más que a hacer correr ríos de tinta, suposiciones y rumorología de todas las especies: era un buen caldo de cultivo para llevar a cabo un tratamiento cinematográfico», detalla Francisco Javier Gómez Tarín de la Universidad Jaume I de Castellón, en su análisis titulado El extraño viaje a la España profunda a través de la profundidad de la mirada.

«Humor esperpéntico y drama»

«Extraordinaria comedia negra, fascinante híbrido alegórico de intriga, humor esperpéntico, romanticismo enfermizo y drama, expuesto en un agridulce viaje al interior de la sociedad rural con tipificaciones reflexivas de personajes (la guapa, los caracteres institucionales y profesionales, las cotillas reprimidas...) y de situaciones costumbristas marcadas por una lánguida cotidianeidad rota por una situación de bailoteo que destrabe las ansias libertarias de sus protagonistas», reza la crítica de AlohaCriticón.

«El raro contexto vivido por los tres hermanos aislados que desean marcharse al extranjero, lugar que identifican con la libertad y el desarrollo personal de sus vidas, las cuales se encuentran constreñidas a unos hábitos maquillados por ´el qué dirán´ y la frugal repetición de actos sociales ´normalizados´, es una clara figura simbólica sobre el sentir de la época, una época en la cual la censura reprimió este film, convirtiendo a este singular y esencial título en una auténtica joya de culto», prosigue la crítica del citado blog.