José Antonio Bastos es especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, con estudios en Medicina Tropical y maestría en Salud Pública en Londres. Tras unos años de ejercicio en España, realizó su primera misión con MSF en 1991, en la frontera entre Turquía e Irak, asistiendo a los refugiados kurdos que huían de este último país durante la primera Guerra del Golfo. Continuó trabajando en Bolivia, Kenia, Somalia, Tanzania, Ruanda, República Democrática del Congo y Angola. Después fue responsable de la Unidad de Emergencias y director de Operaciones de MSF España, y director de Operaciones de MSF Holanda, responsabilidades que le llevaron a Croacia, Nigeria, Sudán, Etiopía, Colombia y Chechenia. El martes participa en Murcia en un coloquio sobre los retos de la organización.

¿Cómo vive MSF la decisión de la UE de deportar a Turquía a los refugiados de Siria?

La decisión nos parece atroz, inhumana y, compartiendo la opinión de algunos organismos de Naciones Unidas, incluso ilegal. Pero sobre todo es un acto de cinismo con quienes huyen de la guerra y buscan protección en Europa. En el terreno, hemos visto oleadas de ansiedad colectivas entre los refugiados por esta nueva situación. Nosotros decidimos abandonar uno de los centros para refugiados en la isla de Lesbos, porque de ser un centro administrativo se convirtió en uno de detención y deportación y nos parecía inadmisible que fuera como una cárcel con celdas. No fue fácil tomar la decisión para no ser cómplices de la situación. Pero continuamos trabajando en la isla con otras actividades.

¿Ha cambiado mucho el perfil de los destinos de trabajo de MSF en los últimos años?

MSF nace para dar una respuesta médica a situaciones de crisis agudas por mortalidad, sufrimiento y atentado contra la dignidad. Y eso se da claramente en situaciones de guerra, en epidemias y en las hambrunas, incluso en las catástrofes naturales. Pero los conflictos armados en los últimos cinco años han aumentado de tal manera y con tanta violencia en el mundo que MSF ha incrementado la asistencia a estas víctimas en mucha mayor proporción que a las afectadas por epidemias, hambrunas o catástrofes naturales. Hay 60 millones de desplazados por las guerras. Algo va muy mal en el mundo y es muy preocupante ver cómo responde el mundo en general a estas situaciones. Como el hecho de que ejércitos regulares ataquen a hospitales en zonas en conflicto.

¿Goza MSF de buena salud?

Creemos que sí. Tenemos detrás a medio millón de personas y nos financiamos en un 90% gracias a las aportaciones de nuestros socios; no dependemos de los gobiernos, lo que nos da mucha libertad de actuación. En cuanto a los voluntarios -médicos, enfermeros, psicólogos, antropólogos, gestores financieros...- , los tenemos de todas las edades, pero no muy muy jóvenes, pues necesitamos gente con experiencia para ofrecer la mejor calidad asistencial posible a los que más sufren.