Hay que visitar Irlanda. Ahora que hay cuatro vuelos a la semana entre el aeropuerto de San Javier y el de Dublín, hay que visitar Irlanda. Ya no sólo se puede con Ryanair: desde el domingo opera en nuestra Región una compañía que se llama Air Lingus, la del trébol verde en los aviones. Cuatro vuelos semanales son los que ofrece la compañía entre la capital irlandesa y la localidad costera. Salen los lunes, miércoles, viernes y domingos y se llega en tres horas, pero aquí es una menos, como en Canarias, así que se gana margen. Merece la pena.

El vuelo que sale los lunes a las siete y veinte de la tarde de San Javier llega a las nueve y veinte, hora local, a Irlanda. Del aeródromo a la ciudad, calcule una media hora en coche. Hay sitios abiertos para cenar, hay hasta un KFC y un Burger King, así que sin pegas. Los pubs son grandiosos y auténticos, se merecen su leyenda. Ya sabe: pintas, exaltación de la amistad, cánticos populares, alegría. Y sin tabaco (aquí un paquete cuesta más de 10 euros, imagínese). A la una de la noche dejan de servir cerveza y encienden las luces para indicar que te están echando. Y sí, la cerveza negra está buenísima.

El tiempo, como estaba previsto. Dicen los oriundos de aquí que en Dublín se pueden vivir las cuatro estaciones en un mismo día. Y dicen bien. Tanto nos hizo un sol de justicia como de golpe se puso a granizar. El granizo nos pilló dentro de la muralla del Castillo de Dublín, es decir, al aire libre. Aunque duró un suspiro.

Explican los guías que el Castillo nunca fue tomado, pero en el siglo XVII le pudo el fuego. Ahora sólo le queda una torre de las originales en pie, aunque también se pueden ver sus entrañas. Donde guardaban la pólvora, o un foso como el de las películas, donde la gente ahora tira monedas, como si de la Fontana de Trevi se tratase.

Dublín está llena de vestigios vikingos reciclados por los normandos. La tierra de Juan Sintierra, por la que hoy en día pululan muchos españoles y, con esta ruta que te digo, a partir de ahora seguramente pulularán muchos más murcianos. Y también se supone que irán más irlandeses para la Región. Cuando lo hagan, seguro que cuentan que, a diferencia de lo que se suele dar por hecho, el símbolo nacional de su isla no es el trébol: es el arpa. Y por eso el arpa sale en las monedas de euro. Un arpa es el antiquísimo instrumento que se conserva en el Trinity College, parada obligada en Dublín, la universidad más antigua de aquí. Un lugar con una biblioteca enorme a lo Harry Potter, la cual se puede visitar tras haber visto el Libro de Kells, un precioso manuscrito ilustrado que hicieron monjes celtas allá por el año 800, mira a ver.

Volviendo al Castillo, en su capilla desacralizada conviven las efigies en piedra de San Pedro y Jonathan Swift, autor de Los viajes de Gulliver y un ídolo en estas tierras. A la hora de comer, que no te parezca raro si te ofrecen pipas peladas a modo de ensalada. Combinan bien con el arroz amarillo y el pollo al curry.

Pensamientos de colores (rojos, rosas, azules, blancos y amarillos) conviven en el césped que rodea a la Catedral de San Patricio, ahora de confesión anglicana. Una losa indica el lugar del manantial que la tradición dice encontró el santo.

Por dentro, el templo es precioso. De estilo gótico, el techo se parece al de la Catedral de Murcia. «San Patricio, sin violencia ninguna, logró la conversión de los irlandeses», explica una guía a un grupo de españoles, parada ante la losa encontrada junto al antes citado manantial. Dentro de la Catedral de San Patricio hay una tienda de souvenirs, donde se venden principalmente peluches de duendes paganos.

Y también hay un árbol (el Árbol del Recuerdo) no natural, junto a la llamada Puerta de la Reconciliación, árbol en el que los visitantes pueden dejar sus mensajes en las hojas, pues las hojas son papeles de agradecimiento. Como mensaje de agradecimiento dejó Carmen Martínez, de Beniaján. Ya es casualidad que el primer mensaje que viésemos fuese de una zagala murcianica.

Curiosamente, sólo hay dos estatuas de San Patricio en toda la Catedral. La grande, en piedra, permanece escondida en un lateral, y está bastante dañada. De hecho, le faltan los brazos. También le faltan a la pequeña, que está en una vitrina de cristal. Eso, que tenemos que venir a Dublín. Aunque sea volar un lunes y regresar el miércoles, que da tiempo de sobra. Yo vuelvo esta noche. Deme un toque y le cuento más cosas. La tierra de las arpas, los tréboles y los duendes mola.