'Planeta universidad' responde «a las pulsaciones íntimas de la zona más insurrecta de mi cerebro frontal». Así se explica el propio autor de este libro, José Sebastián Carrión García. La publicación recoge columnas de prensa (algunas de ellas en LA OPINIÓN) y discursos y mañana lo presentará en el Rectorado de la UMU.

¿Qué es Planeta universidad?

Es un libro editado y distribuido por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia (Editum) que recoge columnas de prensa desde principios de los noventa hasta la actualidad, aparte de un par de discursos en actos académicos. La temática es amplia, pero se centra en aspectos de política, gestión y ciencia en la universidad española. Hay también artículos con un componente más cultural y social, pero siempre con la perspectiva del autor, que es la de un científico.

Usted defiende que este país necesita una reforma en la enseñanza. ¿Qué líneas debería seguir esta reforma?

En mi opinión, garantizar una estabilidad en las estrategias curriculares de los diferentes agentes, lo cual viene dado por una cierta tranquilidad normativa, pero también por planes de financiación plurianuales que resulten inmunes a los sucesivos cambios de Gobierno. Luego se precisan cambios profundos en los sistemas de selección del profesorado y una consideración adecuada y justa de la actividad investigadora. La enseñanza debe ser ejecutada por personas con una fuerte vocación docente, con una perspectiva ética, ecológica y humanista. En la universidad, en mi opinión, hay también un exceso de especialización. Me parece igualmente importante que en los mecanismos de selección de contratados los departamentos receptores se mantengan al margen, pues la pulsión por el corporativismo y el clientelismo está siempre ahí como mal de fondo y existe una cultura arraigada por favorecer a los de la propia cuerda. De ahí el chimpancé de la portada del libro. Hay mucho de explicación primatológica en nuestra conducta gremial como universitarios y es bueno ser conscientes.

¿Hasta qué punto influye la política en el funcionamiento de una universidad?

Influye de forma exponencial cuando en los noventa las universidades públicas son transferidas a los gobiernos autónomos. A partir de este momento, algunos de los males tradicionales de la universidad se acentuaron. En cierto modo, depender de los presupuestos regionales ha devenido en una prostitución del hecho universitario. No quiero ser malentendido. Me refiero a que no es bueno que para que algo funcione, un rector tenga que dorarle la píldora política a un consejero o al presidente de un gobierno autónomo. Se precisan mecanismos de financiación que nos inmunicen de estos caprichos, pues un político siempre parece tener otras prioridades y la universidad solo pasa a ser tal cosa cuando empieza a crear problemas, lo cual es lamentable. Hay demasiados ejemplos y no deseo extenderme sobre un asunto bien conocido.

¿Cómo sería la universidad ideal?

No tengo ni la más remota idea. Sé como me gustaría a mí que fuera la universidad española. Me gustaría que los profesores fueran seleccionados con más inteligencia, con criterios más flexibles y por comisiones justas de personas sabias y experimentadas. Me gustaría que los estudiantes tuvieran un aprendizaje menos monitorizado y más abierto, con más espacio para la reflexión, la creación, y el amor por el estudio. Eso implica un cambio importante en los métodos y planes de estudios, los cuales deberían ser más estrategias que planes. Me gustaría que hubiera cauces de crecimiento profesional y estímulo para el personal de administración y servicios, y que éstos no dependieran de caprichos, presiones o grupos con poder gremial. Me gustaría una universidad donde la autoridad, la tradición y las iluminaciones de algunos tuvieran menos peso, y donde el arte, la filosofía, la ciencia y el arte de vivir estuvieran presentes a diario por aulas y pasillos. Y aunque suene mal, me gustaría que los profesores universitarios pasaran por psicopruebas antes de optar a sus plazas, porque me temo que tras la supuesta normalidad académica se esconden auténticas aberraciones de conducta y muchísimo maltrato. Mucha gente ha sufrido su paso por la universidad de forma traumática. Creo que los malos son minoría, pero siempre se las han ingeniado para tener poder. Tener profesores frustrados y con tintes psicóticos que piensan que su departamento es un cortijo y que pueden decidir quien entra y quien sale, resulta terrible y además influye en toda la cadena, desde el profesor hasta el estudiante de primer curso. La salud psicosocial debería ser tenida más en cuenta en el planeta universitario. Y los controles para los abusos, también.

Usted es un reputado investigador. ¿Cuál es la situación de los investigadores españoles?

Muchas gracias, pero no creo ser tan reputado. Hago lo que puedo, sin embargo, en un contexto que no me resulta fácil. La situación, si tengo que decirlo de forma genérica, es lamentable, en la universidad y en el CSIC. Hay exceso de burocratismo y falta de fondos. La ciencia no interesa a los políticos. Se les llena la boca en los discursos, pero luego en los presupuestos hay siempre otras prioridades. La actividad científica necesita agilidad en la gestión y eso implica confianza en los investigadores responsables de los proyectos, a los cuales se les trata como no se trata a los políticos: con presunción de culpabilidad en la gestión de fondos públicos.