Tiene 27 años, y en sus tiempos de estudiante en la Universidad de Pamplona, Luis Sánchez Ibáñez se presentó en dos ocasiones para servir de 'cobaya' humana -como lo define entre risas- en sendos ensayos clínicos de nuevos medicamentos. Define esta práctica como «segura al cien por cien», y reconoce que «para un estudiante que siempre está falto de fondos, es un dinero fácil».

¿Por qué decidiste dar el paso?

Estudiaba segundo de Farmacia y en el Colegio Mayor en el que vivía un compañero me comentó que lo había hecho y que era un dinero fácil. Como siempre te vienen bien fondos extra decidí apuntarme. Me presenté a dos ensayos pero sólo me seleccionaron para uno. Era para probar una aspirina a la que le habían hecho cambios en su composición molecular para lograr que actuara más rápidamente; es decir, que fluyese más rápido por el torrente sanguíneo y te curase antes.

¿Qué causa alegaron para dejarte fuera en el segundo caso?

Lo primero que te hacen es un chequeo completísimo y en cuanto te detectan alguna patología te dejan fuera. En esta ocasión yo no fui incluido porque tenía alta la tensión arterial; recuerdo que estaba pasando por momentos de mucho estrés.

Una vez dentro, ¿cuál fue el siguiente paso?

Luego me dijeron cuál iba a ser el experimento, y cuando acepté, me entregaron toda la documentación para que entendiera las condiciones de la prueba en la que iba a participar. Me obligaron a leerla, que por cierto estaba escrita con un lenguaje muy claro, y hasta que no estuvieron seguros de que no tenía dudas no me dejaron firmarlo. Siempre te informan de los riesgos a los que te expones y por supuesto puedes negarte a participar.

¿Cuánto te pagaron?

Estuve dos semanas y cobré 800 euros, lo mismo que el resto del grupo. Casi todos éramos estudiantes y alguno 'reincidente'. Incluso coincidí con un chico que había participado en diez ensayos. Él llegó a cobrar 1.500 euros en una prueba de un antipsicótico. Pero no te dejan repetir hasta que no pasan de seis meses a un año entre los ensayos. Aunque los sueles hacer por dinero, también te sientes bien porque ayudas a avanzar en la salud pública.

¿Te sentiste seguro? ¿Crees que puede haber muertes, como en Francia?

Seguro cien por cien y en todo momento. Todo está muy controlado y si te ven mal en algún momento te hacen pruebas hasta que dan con lo que te pasa y no dudan en dejarte ingresado si es necesario. Recuerdo que el primer día como no comí desde las seis de la mañana hasta mediodía, cuando nos dijeron que podíamos ir a almorzar me levanté demasiado deprisa y me mareé un poco. Yo sabía que era sólo una bajada de azúcar, pero me hicieron análisis para asegurarse de que no era otra cosa. Podría ocurrir lo de Francia, claro, pero yo lo veo muy difícil después de haberlo vivido.

¿Algo que se te quedó especialmente grabado de esta experiencia?

Sí. En ningún ensayo te dejan tomar zumo de pomelo, porque se metaboliza en el mismo lugar del hígado que los medicamentos y puede interferir en su expulsión. Tampoco te dejan hacer ejercicio, ni, por su puesto, beber alcohol. Como broma, nuestro grupo quedó en tomarnos un zumo juntos cuando acabara la prueba. Por cierto, está malísimo.