Mucho se ha hablado y se seguirá hablando en el futuro sobre la figura de Miguel Navarro Molina como el político que estuvo 13 años al frente de la alcaldía de Lorca y fue presidente de la Asamblea Regional, el político que transformó los barrios y pedanías, que dio los primeros pasos para que su ciudad fuese capital subregional ampliando el eje Cartagena-Murcia o el objetivo que consiguió, en dura competencia con otras poblaciones cercanas, de poner en marcha el parador de Turismo ubicado sobre el castillo, pese a la polémica que el proyecto generó.

Pero quizás muchos desconozcan el lado humano, campechano y abierto de Miguel Navarro, con un corazón que no le cabía en el pecho a la hora de ayudar a quien lo necesitaba de verdad. El mismo corazón que le ha fallado cuando le faltaban tan solo unas semanas para cumplir los 64 años de edad, en plena flor de su vida. Él y un servidor pertenecemos al mismo club: el de «los tocados del corazón», con la diferencia de que, a día de hoy, yo lo puedo seguir contando. Se lo recordaba muchas veces: «Miguel, deja el fumeteo». Y siempre me contestaba lo mismo: «Como si tú no te fueras a morir». Su despacho estaba siempre abierto a las necesidades de los vecinos, tuvieran que ver o no con el cargo que desempeñaba. El hecho era resolver los problemas con esa capacidad de gestión y decisión que tenía. Viví en mis propias carnes la faceta humana y servicial de Miguel Navarro cuando un día desde su despacho, viendo la situación de desasosiego y zozobra en la que me encontraba como consecuencia de una enfermedad, levantó el teléfono y se puso en contacto con un prestigioso cardiólogo lorquino que a los pocos días me tuvo en sus manos remediando el problema, y por aquí vamos, casi dos décadas después. O ese Miguel Navarro que vimos emocionarse junto a los familiares de lorquinos y lorquinas que pasada la Guerra Civil española tuvieron que cruzar el charco en busca de un mundo mejor. Fue en la ciudad argentina de Córdoba allá por el año 1997 cuando a instancias del entonces presidente del Centro Murciano en aquella localidad, el lorquino Lázaro Albarracín, ayudado por su mano derecha, Gustavo Yepes, el grupo coros y danzas de Lorca hizo realidad el sueño de muchos emigrantes desde hacía bastante tiempo. Ante todos ellos, los componentes de coros y danzas de Lorca, cantaron y bailaron y con ellos estuvo Miguel Navarro, dando ánimos, visitando pueblos, al lado de sus lorquinos y lorquinas que, pese a los 11.000 kilómetros de distancia que los separan, siguen unidos a su patria chica. Durante aquel viaje, Miguel Navarro dejó muy alto el listón de Lorca como quedó demostrado pocos años después, cuando el actual alcalde, Francisco Jódar, hizo el mismo recorrido.

Pese a ser la primera autoridad local, haber ejercido como presidente de la Asamblea Regional y codearse con las primeras figuras de la política nacional, Miguel Navarro fue un hombre que supo estar siempre a nivel del pueblo llano con amigos de todas las condiciones sociales sin distinciones de ningún tipo. Si había que jugar al dominó, su gran pasión, ahí estaba dispuesto a enfrentarse a cualquiera. De ahí surgió la férrea amistad con un mecánico de La Hoya, conocido como Francisco 'El Llano' que, confiado en poder ganar a Miguel Navarro, promovió un campeonato de dominó en el que estaba en juego un viaje a Galicia para comer percebes. Finalmente fueron la pareja formada por 'El Llano' y su compañero Juan Rodríguez quienes tuvieron que hacer frente a la púa. Miguel Navarro jugó con su compañero inseparable, Rafael Ruiz. Él tenía amigos en todos sitios y muchas veces y sin que ellos lo supieran, se presentaba en sus casas para jugar una partida o para interesarse por su salud. Durante los últimos casi 20 años, junto a su esposa Concha, ha estado integrado en una peña de matrimonios amigos que cada mes de agosto se reunían para comer juntos, un año en Águilas y otro en Mazarrón, poniendo por medio la amistad que les unía y como prueba fehaciente de que ha sido una persona cercana, como lo ha calificado el actual alcalde de la ciudad, Francisco Jódar.

Miguel Navarro fue siempre el alcalde amigo que tenía abierto su despacho a cualquier hora para que los ciudadanos planteasen sus problemas y poder solucionarlos. De ahí que no es de extrañar que cuando hace tan solo unas horas que ha fallecido ya han surgido las primeras voces del pueblo para que se lleve a cabo un reconocimiento público en su memoria que, sin duda, será pronto una realidad.