Adaptar la viticultura y la enología de la Región al cambio climático es el objetivo del proyecto de investigación que ha puesto en marcha el Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (Imida) y con el que en los próximos cuatro años se pretende seleccionar nuevas variedades de uva que sean resistentes a los cambios que se avecinan por el calentamiento global.

«Esta iniciativa surge de la necesidad de dar una respuesta desde el campo de la investigación aplicada a los efectos del cambio climático en las cepas, que pueden producir una uva con más azúcares, más grados de alcohol y menor acidez, y que, en consecuencia, generan mostos y vinos con menor calidad y capacidad de almacenaje», explica la directora general de Innovación Agroalimentaria, Juana Mulero.

En el estudio, financiado por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias -INIA- del ministerio de Agricultura con 90.000 euros, coparticipan las universidades de Sevilla y la Autónoma de Madrid, y el propio Inia.

Los investigadores quieren adelantarse al problema buscando genotipos adaptados a las condiciones del cambio climático aprovechando la diversidad genética que tiene la vid. Es decir, quieren identificar genotipos naturales o cultivados que sean tolerantes a los estreses provocados por la sequía y la mayor salinidad. A la vez, que tengan mejor calidad de uva, como mayor acidez y contenido en resveratrol -antioxidante beneficioso para la salud-. «El sector vitivinícola es uno de los que pueden verse más afectados por el cambio climático y el estrés hídrico que provoca; por ello, queremos ir un paso por delante a los posibles efectos y buscar ya mismo alternativas», apunta la directora.

Otros proyectos

Pero éste es sólo uno de los tres proyectos de investigación que tiene en marcha el Imida y que también están financiados por el Inia.

El segundo tiene como finalidad combatir plagas agrícolas como el pulgón en pimientos, lechugas u otras hortalizas mediante el uso de estractos de aceites esenciales procedentes de plantas aromáticas. De esta manera se evitaría el uso de productos fitoquímicos en la lucha contra esta epidemia y se daría un paso más hacia las buenas prácticas agrícolas.

«Mediante la nanotecnología se pretende extraer estos aceites esenciales procedentes de la menta, albahaca, limón, anís o pino, entre otras plantas aromáticas, y aplicarlos a las hortalizas», comenta Mulero.

El proyecto, que tiene un presupuesto de 80.000 euros y que ejecuta en solitario el Imida, contempla realizar bioensayos en el laboratorio sobre el pulgón para seleccionar las combinaciones más eficaces y persistentes para la plaga y que sean menos tóxicas para el cultivo. En una segunda fase, se aplicarán en una finca experimental que tiene el Imida en el Campo de Cartagena.

La tercera iniciativa se centra en el mantenimiento y conservación del banco de germoplasma del Imida (Bagerim), cuenta con una inversión de 90.000 euros y, al igual que la anterior, su periodo de ejecución es entre 3 y 4 años.

«En la gestión agrícola diaria se reemplazan variedades por otras de superior rendimiento, mayor resistencia y tolerancia, o mayor aceptación por el mercado. Esto puede ocasionar el desplazamiento, y a veces la desaparición, de las variedades locales, paradójicamente aquellas que proporcionaron los caracteres genéticos esenciales para los nuevos cultivos», argumenta la directora. Por ello, el objetivo del proyecto es conservar y utilizar recursos genéticos de interés agrícola, que incluye colecciones de cultivos hortícolas, frutales y otros cultivos alternativos de interés presentes en la flora del sureste peninsular.