El responsable del programa económico de Ciudadanos y profesor universitario Luis Garicano visitó la Región esta semana invitado por el Foro Nueva Murcia para dar una conferencia sobre el sugestivo momento que vive España y, ya de paso, cuestionar la política que ha desarrollado Mariano Rajoy durante estos cuatro años, en la antesala de la campaña electoral que se nos ha echado encima como una apisonadora de la que es imposible escapar. Con naturalidad y desparpajo, nos resumió Garicano a los presentes cuál es la diferencia entre ser o no ser político: «Ahora que soy político, puedo responder lo que quiera a la pregunta que usted me hace. Un privilegio de mi nueva ocupación», contestó al moderador, ante la risa generalizada de los asistentes.

Sin embargo, y con ser un arranque de sinceridad propio de la bisoñez (si este economista sigue en política, que seguirá, verán cómo ya no hace tantas concesiones a la galería), no estaría de más que los políticos intentaran ser sinceros. Pero su condición los supera, pese a que vivimos el tiempo en el que los candidatos de todas las formaciones se muestran tan cercanos, tan accesibles, tan. Garicano, al igual que dos semanas antes el exministro socialista Miguel Sebastián hizo en el mismo foro, apuntó un tema crucial -bajo mi punto de vista el más importante al que nos enfrentamos- que explicaría muchos de los males que aquejan a este país: la falta de un pacto nacional sobre la educación que retire de una vez por todas este tema del debate político y permita a los estudiantes contar con una formación -la que se decida, pero de calidad- cuya pervivencia aleje cualquier tentación de futuros políticos a introducir cambios y la estabilidad reine en colegios, institutos y universidades.

«Yo no sé ustedes, pero creo que les pasaría como a mí, que no sabría resolver una raíz cuadrada, pero sé para qué sirve una raíz cuadrada, porque me enseñaron a usar las Matemáticas para pensar. Ahora no, pregunten a sus hijos. Con la Lengua les ocurre lo mismo, les enseñan conceptos como fonema, sílaba, lexema, que aprenden de memoria, pero al día siguiente lo olvidan y siguen sin saber nada. Sólo aprenden bobadas, no saben hablar, pensar ni escribir mejor. Y en Inglés, otro tanto. Miles de familias tienen que gastarse dinero para contratar a profesores particulares o para mandar a sus hijos al extranjero. Este es el estado de la educación en nuestro país», dijo Garicano. Doy fe de todo lo anterior. Mi hijo pequeño tiene 11 años.

El otro está en la universidad. Trato con jóvenes de distintas edades, sobre todo universitarios, y observo las consecuencias de esta desastrosa política educativa. Vamos a peor, no me cabe duda, aunque espero que algún día este país tenga políticos con el suficiente coraje para cambiar de verdad la formación. Sólo tendrían que mirar las estadísticas de los países más avanzados, aunque tal vez les pase que no sepan mucho de números ni de letras.