Mayúscula fue la sorpresa que se llevó una vecina de Ricote el mes pasado, cuando, revisando las habitaciones de su casa de campo, encontró lo que hace décadas fue parte del instrumental de trabajo de su difunto esposo: nada menos que 17 cartuchos de dinamita y 18 detonadores.

Fue precisamente un guardia civil que conocía a la señora quien le alertó de que tener este material en su domicilio conllevaba unos riesgos.

Este agente avisó a sus compañeros de la Benemérita, que se personaron en la finca y cogieron el material, que finalmente fue destruido.

Un portavoz de la Guardia Civil explicó entonces que, a mediados del siglo pasado, en algunos pueblos de la Región de Murcia existía la figura del cabuquero. Se denominaba así a aquel tipo de profesional que se encargaba de reventar con explosivos rocas de gran tamaño que se encontraban en las fincas de labor, y que habían de ser ´exterminadas´. Actualmente, esta figura ha desaparecido y ha dado paso a empresas especializadas dedicadas al sector.

El esposo de la señora de Ricote había sido cabuquero, y a su muerte continuaba guardando en su casa material explosivo, material que tenía la friolera de seis décadas a sus espaldas.

Los especialistas del GEDEX de la Benemérita personados en el lugar verificaron que se trataba de cartuchos de dinamita -un material explosivo fabricado en los años 50-, mecha detonadora y detonadores pirotécnicos, todo lo cual se encontraba, pese al tiempo que tenía, apto para su uso.

La figura del cabuquero no es algo exclusivo de la Región. También se da en Tenerife, donde se llama así al artillero que trabaja en galerías de agua a profundidades de 1.500 a 3.000 metros. Su trabajo consiste básicamente en dinamitar la piedra de la galería para encontrar agua.